Frank NuñezPerspectiva

Dominicanidad entre el 1924 y el 2024

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: En este 2024, inmerso en una contienda electoral que a todas luces culminará sin grandes sorpresas este domingo 19 de mayo, se cumple un siglo del retiro de las tropas norteamericanas que permanecieron en el país durante ocho años (1916-1924), en una misión de ordenamiento de la vida dominicana en todas sus vertientes, marcada por desaciertos económicos y políticos, que muchos investigadores dominicanos se han empeñado en tratar con una enfermiza subjetividad.

Un intelectual que escribió sin medias tintas sobre el referido proceso histórico fue Luis F. Mejía, quien en su libro De Lilís a Trujillo, precisa que el 12 de julio de 1924 “es uno de los más bellos días vividos por los dominicanos. Al instalarse el Gobierno Nacional se arrió el pabellón extranjero, enarbolándose nuevamente el nuestro en la torre del Homenaje”, acto ejecutado horas después de la toma de posesión del presidente Horacio Vásquez, quien ganara las elecciones celebradas en mayo del mismo año.

Como la alegría en casa de pobre, la democracia inaugurada en el 1924 solo duró seis años, oscurecidos por la prolongación fáctica del período que de acuerdo con las elecciones debió ser por un cuatrienio. Algunos entendidos plantean que la anormalidad constitucional facilitó el ascenso al poder del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, ejerciéndolo de manera omnímoda por 31 años.

Tras el asesinato de Trujillo el 30 de mayo de 1961 volvió el caos a la sociedad dominicana, registrándose en apenas cuatro años, la sustitución del presidente títere, Joaquín Balaguer, por un Consejo de Estado; elección y derrocamiento a los siete meses de Juan Bosch, primer gobernante electo después de la dictadura, como candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD); gobierno de un triunvirato encabezado por Donald Reid Cabral; levantamiento guerrillero del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuyo líder Manolo Tavárez Justo fue apresado y fusilado junto a sus compañeros; huelgas nacionales, una revolución el 24 de abril de 1965 que derrocó al triunvirato; segunda intervención militar norteamericana el 28 de abril del mismo año; formación de dos gobiernos en el país, el constitucionalista, encabezado por Francisco Alberto Caamaño Deñó y el de Concentración Nacional, por Antonio Imbert Barreras; el gobierno interino de Héctor García Godoy y comienzo de los 12 años de Balaguer en 1966, etapa de grandes crímenes políticos, además de las restricciones a la libre expresión del pensamiento.

Largo y tortuoso fue el camino transitado por el PRD para llegar al gobierno en 1978 con Don Antonio Guzmán como candidato presidencial. El viejo partido “del Jacho Prendido y el Buey que más Jala” sufrió la renuncia de su líder Juan Bosch en 1973, tras la entrada al país convertido en guerrillero del coronel Caamaño, apresado y fusilado en las montañas de San José de Ocoa; una abstención electoral en 1974, ante la represión desatada por el régimen balaguerista y la prohibición a su nuevo líder, José Francisco Peña Gómez de hablar por radio y televisión.

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La victoria del PRD en el 1978 hizo creer hasta a sus rivales que podría durar el poder por lo menos cuatro períodos consecutivos, pero la división entre grupos encabezados por Salvador Jorge Blanco, quien ganó ampliamente en 1982 y Jacobo Majluta, el favorito del 1986, facilitó el retorno al gobierno del entonces octogenario expresidente Balaguer. Desde el suicidio de un presidente, cárcel de un expresidente procesado por supuestos actos de corrupción hasta el despojo de victorias electorales mediante fraudes como el del 1994, fueron experiencias traumáticas vividas por la organización fundada en el exilio en 1939.

El 10 de mayo de 1998 muere el líder Peña Gómez, sin lograr terciar en su peño la banda presidencial. Su partido tiene éxito en el 2000, con Hipólito Mejía como candidato, cuyos éxitos fueron reconocidos por la victoria aplastante dos años después en las elecciones congresuales y municipales del 2002. Su decisión de modificar la Constitución de la República para reelegirse le crea una crisis interna en su partido, lo que aprovecharon políticos rivales aliados a empresarios enemistados con el gobierno para darle un golpe de Estado económico que se materializó en las elecciones del 16 de mayo del 2004, permitiéndole la victoria al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con Leonel Fernández a la cabeza, el mismo que encabezara el gobierno del Frente Patriótico, creado por Balaguer en 1996, para impedir el triunfo del partido blanco y su líder Peña Gómez.

Las divisiones siempre dejaron sangre, dolor y lágrimas en los partidos. De eso se benefició el PLD, que con solo 15,000 militantes subió al gobierno apoyado por los reformistas en 1996 y retornó por las contradicciones perredeístas en el 2004, manteniéndose por cuatro períodos, divididos entre dos por Leonel Fernández y Danilo Medina. La división de estos últimos, abandonando el espíritu de cuerpo leninista mostrado por décadas, creó las condiciones para el triunfo en primera vuelta del candidato Luis Abinader, del Partido Revolucionario Moderno (PRM), organización que por el manejo certero que ha tenido frente a la administración pública se encamina a una victoria sin precedentes en la historia política dominicana en las elecciones de este domingo 19 de mayo.

Lo mismo que en el 1924, cuando se inició una nueva etapa en la dominicanidad, este 2024 los dominicanos inician una vida nueva, con un cuatrienio en el que Abinader, el PRM y aliados podrán hacer “el gobierno que soñaron de niño”. Nuevos proyectos deben iniciarse por el bien de la prosperidad, la estabilidad y la felicidad de esta nación, merecedora de tiempos mejores, después de una pandemia, con crisis sanitaria y económica. Justo es que le tomemos la palabra al presidente Abinader cuando nos invita a respaldarlo de nuevo en las urnas el domingo, con la garantía de que “lo mejor está por venir”.

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