Editorial

En mayo, el pueblo tiene la última palabra

El proceso hacia los comicios presidenciales y congresuales entra ya en una ruta que marca las últimas semanas de la campaña que culminará con el acto electoral, donde más de ocho millones cien mil personas escogerán al presidente, vicepresidente, senadores y diputados que regirán la cosa pública durante los próximos cuatro años.

Será uno más de los eventos cívicos que el país viene celebrando, de forma sistemática, desde el año 1966 cuando las tropas interventoras y agresoras de nuestra soberanía nacional, abandonaron el territorio de la República.

Salvo el desgraciado incidente que culminó con la suspensión de los comicios municipales del 15 de febrero de 2020—atribuido a imprevisiones administrativas y no a eventos de índole política—, los dominicanos han tenido desde aquel entonces, la última palabra en lo concerniente a definir su futuro en unas elecciones.

Han sido 20 elecciones, entre generales y de medio término, en las que el pueblo ha decidido con absoluta libertad su preferencia, sin que hayan mediado otros factores que no fueran las simpatías por los aspirantes a cargos de elección popular que han resultado de su agrado.

No es justo, sin embargo, obviar el hecho de que, durante ese tiempo, surgieron algunas dificultades que limitaron el pleno ejercicio del derecho al sufragio, pero el acto electoral como una expresión de la fluidez democrática, no ha fallado.

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Por consiguiente, el proceso que vive el país, cuya culminación se encuentra al doblar de la esquina, no tiene ninguna razón para ser diferente.

Es decir, el 19 de mayo esperamos que los millones de electores convocados acudan a las urnas para escoger a sus gobernantes, sin que medien otras cuestiones que no sea el libre ejercicio de las preferencias de los ciudadanos.

Al mismo tiempo, es un deseo generalizado de que el resto de la campaña termine como ha transcurrido a la fecha, sin mayores incidentes ni hechos que lamentar.

Por fortuna, el liderazgo político ha alcanzado un nivel de madurez de tal magnitud que su prédica es hacia la expresión pacífica de las simpatías de sus seguidores, y si bien desde arriba a veces se sube el tono de la polémica, no es más que retórica para elevar el espíritu de su militancia.

Pocos países en nuestra región pueden exhibir un comportamiento cívico que garantiza que el resultado electoral no genera más que los reclamos y querellas que el propio sistema se ha encargado de definir hacia donde deben canalizarse.

¡El pueblo tiene la última palabra el 19 de mayo próximo!

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