El mundo cristiano está ya de lleno en la celebración de la Semana Santa, la más emblemática del cristianismo a nivel global.
La República Dominicana es uno de los países donde con mayor fervor se conmemora la pasión y muerte de Jesús en la cruz del calvario, el clímax de un período tortuoso de la vida del salvador de la humanidad.
Se sabe que la tradición ha variado de manera significativa conforme ha ido cambiando la dinámica de la humanidad, razón por la cual en estos tiempos predominan otros valores que han impactado de forma negativa esta tradición.
Ese cambio ha implicado una mayor movilización de personas hacia distintos lugares de la geografía nacional, incrementando los riesgos que son consustanciales a a los desplazamientos masivos.
Por esta razón, ha sido siempre una medida atinada de las autoridades poner en ejecución operativos destinados a la prevención de accidentes de tráfico, en playas y balnearios que reciben un congestionamiento importante.
Sin embargo, hay un factor que impacta negativamente los esfuerzos de esos operativos. Nos referimos a la gran cantidad de motocicletas que circulan por calles, avenidas y carreteras durante la Semana Mayor, siendo el elemento más importante en la siniestralidad cuantificada al final de esos operativos.
¿Qué hacer con tantas motocicletas en circulación y el manejo temerario de sus conductores?
Ese es el principal desafío que tienen las autoridades, no solo en la Semana Santa, sino siempre. Pero sobre todo en este período.