Partidos, clientelismo y transfuguismo

Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA:En un artículo publicado en 1979, que aparece recopilado en su libro Clases Sociales en la República Dominicana», el profesor Juan Bosch, refiriéndose a nuestra política, escribió: “La política es un potrero sin puertas en el cual puede entrar todo el que quiera y muy especialmente todo el que tenga hambre de figureo, de dinero o de poder”.
Si esa breve y enjundiosa descripción era verdad en 1979 cuando la participación política, en gran medida, era motivada por ideales y sentimientos patrióticos, imaginémonos lo que hubiese podido escribir al respecto Juan Bosch hoy cuando la inmensa mayoría ha enviado a la porra esos ideales y se ha entregado a un ejercicio político carente de ética, de ideas y de sentimientos patrióticos.
Aquí los partidos, por desgracia, ya no son un mecanismo de servicio, de expresión de ideas, de centros de debates, de canalización de inquietudes. Ahora son instrumentos de privilegios irritantes de una minoría enquistada en su cúpula. Ahora son una vía, y muy buena por cierto, de ascenso social y económico.
Ahora ya no es tan imprescindible la preparación académica o política para ascender a un elevado puesto en el Estado. Basta ser dirigente de un partido.
Es el reino de la partidocracia en desmedro de la meritocracia y el talento.
Ahora lo que predomina es el clientelismo, la ausencia de ideas, la vulgarización. Son excesivamente demasiadas las gentes que participan en la política sin tener siquiera idea mínima de lo que es o debe ser esa actividad.
Lo que predomina es lo banal, lo superficial. Ya no se estudia política, no se debaten las ideas, no hay pasión ni emoción.
El clientelismo, al margen de si fueron los políticos o las masas quienes produjeron ese nefasto fenómeno, nos ha arropado y está guillotinando a los partidos. Ahora para todo hay que tener dinero, mucho dinero, sacos repletos de papeletas.
En las pasadas elecciones conocí en Hato Mayor del Rey el deprimente caso de un partido que presentó 31 precandidatos a regidores para elegir sólo cinco, de los cuales dos eran analfabetos, literalmente analfabetos. Es el caso de que todos participan entendiéndose poseedores de talentos y condiciones de sobras para ser regidores, síndicos, diputados, senadores y hasta presidentes.
Preocupa el grado de degradación de nuestra política. Sé, como no, de la relación entre la economía y esa degradación. Las oportunidades negadas en la sociedad son buscadas en la política.
Así, los partidos en vez de instituciones de servicio con gentes de talento y vocación, son un refugio para los que han fracasado en otros terrenos o para los que, como dijo Bosch en 1979, tienen hambre de figureo, de dinero o de poder.
Pero la política no puede ser eso, o al menos no debe ser sólo eso. El clientelismo no puede seguir siendo el principal vínculo de los partidos con la sociedad. Otra expresión de esa vulgarización y degradación es el transfuguismo. A la gente le da lo mismo estar aquí hoy y mañana allá. Vivimos tiempos de lealtad de arcilla.
La clase política creó los monstruos del clientelismo y el transfuguismo y ahora ella misma está siendo devorada por ellos. Pudieron aprobar leyes para frenar esas distorsiones, pero no lo hicieron. Ahora no saben qué hacer ni cómo abordar el fenómeno. Mientras tanto vamos como bueyes para el matadero y con escasas perspectivas halagüeñas en el horizonte.