
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: “La familia proporciona unos valores que quedan para toda tu vida, una familia unida y llena de amor es el lujo más difícil de conseguir”. Daryl Hannah (Actriz y ecologista).
En este convulso tiempo de modernidad, internet, redes sociales (mundo virtual), hookah y otras tantas cosas, la juventud actual habita físicamente bajo el mismo techo que sus padres, pero virtualmente viven en otro mundo, totalmente desconectados de la realidad presencial que le rodea.
Hoy, a través de un celular, niños y niñas de 7 u 8 años están más al tanto o pendientes de lo que sucede con los llamados influencers de cualquier parte del mundo, que de lo que le sucede a cualquier vecino del barrio. Se llega al extremo de familias que habitan bajo un mismo techo y no saben de situaciones particulares por las cuales están pasando miembros de las mismas. ¿A qué viene eso? Pues a la falta de comunicación familiar.
Irónicamente, como se dice habitualmente «en los tiempos de antes», en aquellos tiempos donde la tecnología y facilidad en comunicación no eran—ni someramente—las de hoy, la familia buscaba la forma de estar al tanto de cómo estaban TODOS.
Recuerdo mi infancia en mi hogar, la disciplina y el respeto hacia los demás, máxime hacia los adultos entrados en edad. Recuerdo con añoranzas mis extensas conversaciones con María Frías (Cuea), la costurera del pueblo, una doña muy dulce y compasiva, que vivía a escasos 20 metros de nuestro hogar. Ese respeto hacia nuestros semejantes que se aplicaba (SI o SI), sin contemplaciones ni a medias tintas, hoy el lenguaje y accionar de los jóvenes es «vamos a burlarnos, joder un rato y divertirnos con aquel o tal viejo/a de mierda».
No se aceptaba él «me lo encontré o él me lo regaló»
A nuestra humilde vivienda, ninguno de nosotros podíamos llegar con algo en las manos (con nada), bajo el vil o inocente alegato de que me lo encontré y/o me lo regalaron, pues ya sabíamos que Mamá Casilda, lo primero que iba a preguntar era: ¿Dónde lo encontraste?, llévame a donde lo encontraste, o quién fue que te lo regaló? Llévame donde él o ella, para ver si es verdad”.
Indudablemente que con ese «filtro» de Mamá Casilda que había que pasar, estoy más que seguro y de hecho lo confieso, más de una vez desistí de «encontrarme cosas o de que me regalaran».
Me podrían tildar de desfasado, antiguo, inadaptado o que vengo de donde se vivía en la oscuridad. Pues bien, acepto que seré todo eso y quizás un chin más, resaltando que esa «oscuridad», es la que me permite ver con claridad el derrumbe moral, ético, de valores ciudadanos, responsabilidad individual y colectiva de una sociedad donde lo que prima es el amor al dinero sin importar de donde venga, que a los niños y niñas (que viven en un mundo virtual), cuando presentan (si es que lo presentan), un pretendiente amoroso, la pregunta automática sea ¿tiene dinero?, porque no es verdad que aceptan al estudiante meritorio, trabajador honesto, si entra en los denominados “RUYIOS SIN CUARTO”, sea hombre o mujer.
Es como invitar a la muerte
La muerte natural de un ser querido viene acompañada de tristeza, dolor y el vacío existencial que nos invade en ese momento, pero como ley de vida (nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos).
¿A qué viene esto, Checo? Permíteme que les diga. En nuestro país se ha enraizado un terrible, grotesco, despreciable e inhumano acto fatal, el de los feminicidios, una acción que con cabeza fría se cataloga de injustificable (yo lo catalogo igual), pero a ver una cosa y transportándome a los tiempos de antes Ojo, no es que aquellos tiempos no existiesen ambiciones como las de hoy, pero el gran «MURO DE CONTENCIÓN» para que muchas cosas de esas no pasaran, eran los valores familiares, la madre y/o el padre que daba el consejo aquel de que «si a ti no te gusta ni quieres a ese hombre, no le aceptes ningún tipo de dádivas, porque los hombres no dan cosas sin esperar algo a cambio».
Actualmente el consejo familiar que se aplica es el «sácale todo lo que puedas a ese viejo de mierda, haz tu casita, hazte profesional con lo que él te da y luego suéltalo en banda», es decir, los sentimientos, objetivos y proyectos de ese individuo junto a esa dama, es lo que menos les importa a esa dama y a los familiares de ella.
Debemos reencontrarnos con los valores familiares «de los tiempos de antes», para que podamos tener una sociedad más justa, ética y moral.