Perspectiva

Vencer el rencor

Por Farid Kury

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA:El rencor es como tomar veneno y esperar que mate a tus enemigos”. (Nelson Mandela).

Yo me río mucho cuando escucho a algunos pregonar que fulano es rencoroso, que no perdona, que el que se la hace se la paga aunque sea en el otro mundo.

Me causa risa y pena. Pena por ellos, pero sobre todo por esa persona que al decir de ellos es rencorosa hasta lo indecible.

Están difundiendo como positivo algo que es negativo. Y lo es desde todos los puntos de vista, porque el rencor impide actuar correctamente, y además, porque cargar con esa mochila de rencores es verdaderamente destructivo para el alma.

Si de algo no debemos sentirnos orgullosos es de ser rencorosos. Si de algo debemos despojarnos es precisamente del rencor. Si algo debemos luchar por sacar de nuestras almas y cerebros es esa desgracia llamada rencor.

Me dirán que nadie siente rencor así por así. Que el rencor aparece cuando sentimos que alguien nos ha ofendido, humillado o perjudicado. Y es cierto, a lo mejor hay razones para sentir rencor. Aunque también a veces se trata de un rencor provocado por personas manipuladoras.

Pero haya o no razones, está claro que el rencor es una emoción negativa, que lejos de resolver algo, lo agrava todo.

Erradamente tendemos a creer que el rencor nos fortalece. En realidad nos debilita; nos convierte en prisioneros de ese rencor y de las personas por las que sentimos rencor.

El rencor no daña al otro. Daña al que lo siente. Lo demuele. Lo tritura. El rencor es perturbador. Si tú quieres sentir paz interna, debes luchar contra él.

Nada bueno hay en el rencor. Mientras la otra persona tal vez esté disfrutando su vida y no sienta ningún remordimiento por el dolor o el supuesto dolor que provocó, la persona llena de rencor sí se estará dañando a sí misma y a los que les rodean. Por lo tanto no es racionalmente inteligente ni saludable cargar con esa maleta de rencor en el hombro. Suéltesela a otro.

El rencor conduce a la venganza. Venganza no significa necesariamente matar. Hay variadas maneras de ejecutar una venganza, pero todas ellas, e independientemente de la intensidad de las mismas, están motivadas por el rencor que martilla el corazón y el alma.

Cuando el rencor conduce a la venganza no se está solucionando nada. Al contrario, se está iniciando un proceso que es difícil predecir su final. Está demostrado que los problemas empiezan chiquitos y terminan grandes.

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Conozco el caso de una persona que alguien, tras una discusión, lo abofeteó. El sentimiento de rencor se apoderó de él de forma frenética. Jamás tuvo paz. Toda su energía se enfocó para vengarse.

Pero no quería vengarse con otra bofetada o algo parecido. No. Quería matar al que lo agredió. Un día, años después, en mi pueblo encontró al tipo mal puesto y le asestó varias puñaladas, matándolo en el acto. Hoy el hombre cumple una condena de veinte años, y apenas van siete en la cárcel de La Victoria. Y su familia, su mujer y sus dos hijos, sufriendo penurias.

¿Qué solucionó esa persona con tanto rencor? Nada. Bueno tal vez sació su sed de venganza, pero no solucionó nada. Me imagino que hoy, en la solitaria meditación que inevitablemente conlleva el estar preso, el hombre debe estar bien arrepentido. Porque pasa el dolor, la ofensa, el rencor, y mientras tanto, a él le faltan catorce años para la libertad.

Si el rencor no conduce a nada positivo, ni para usted ni para su familia, entonces lo recomendable es luchar contra él. No dejar que circule por tu mente impunemente, como Pedro por su casa. No dejar que te arrolle. Que te aplaste.

Una persona rencorosa no tendrá paz interna, y por tanto no tendrá manera de concentrarse y enfocarse, para progresar.

Sé que muchos dirán que es fácil decirlo o escribirlo, pero no ejecutarlo. Yo también sé que no es fácil. Y no lo es porque hemos sido educados para sentir rencores y para la venganza. Hay una cultura genética establecida que incita al rencor y a la venganza. Y es difícil luchar contra la cultura establecida.

Pero al margen de eso sí les digo dos cosas. La primera es que, aunque sea difícil, se debe luchar contra ese sentimiento destructor para poder vivir en paz interna y tranquilidad. Y la segunda que cuando se quiere y se hace un intento serio se logra. También conozco casos de personas que sentían rencores contra otros y hoy los ven y no sienten ni frío ni calor. Esos lucharon y vencieron el rencor y se sienten libres de esa maldición. En ese juego de odio y rencor nadie gana. Todo el mundo pierde.

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