
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: En las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016 muchos se equivocaron. Se equivocaron las encuestas, los analistas políticos, los programas de televisión, la prensa escrita, CNN, Univisión, el New York Times, etc., etc., etc. Yo también me equivoqué. Todos asegurábamos que Hillary Clinton ganaría las elecciones.
No fue así. Donald Trump, estrafalario, mentiroso, dado al espectáculo, bien asesorado en los golpes bajos, sorpresivamente resultó el ganador. Supo desacreditar a su contrincante. Supo también captar el apoyo de los antiinmigrantes y de los que añoran ver a EE UU convertido nuevamente en potencia hegemónica única en el mundo. En fin, dirigió su estrategia hacia el voto conservador y lo captó en su totalidad.
No valió presentarlo como el arrogante anti-político. No valió presentarlo como un improvisado que desprestigiaría a un imperio como los Estados Unidos. Tampoco como un evasor de impuestos. Nada de eso fue suficiente para impedir su triunfo.
Hillary no era solo la representante del Partido Demócrata. En un momento se convirtió en la representante de la clase política y empresarial norteamericana que le desagradaba este advenedizo, irreverente, narcisista, malcriado, impredecible y autosuficiente.
Pese a todo eso, el hombre ganó las elecciones. Hillary obtuvo 3 millones de votos populares más que él, pero Trump ganó donde tenía que ganar, en el voto electoral.
Sin duda, el rubio, cherchoso y de aspecto un tanto grotesco, fue subestimado, pese a que desde el inicio de la contienda presentó un plan de qué hacer y cómo hacerlo.
Ahora de nuevo estamos a la puerta de las elecciones, las cuales despiertan interés en todo el mundo, en virtud de que siendo Estado Unidos el centro de la geopolítica mundial, lo que pase o deje de pasar en la Casa Blanca repercute en el mundo.
En esta ocasión Trump trata de reelegirse en competencia con Joe Biden, ex vicepresidente de los gobiernos de Barack Obama.
Al momento de escribirse estas líneas, Biden encabeza las encuestas. Pero ¿es eso una garantía de triunfo? No, no lo es. Aún falta dos de los tres debates presidenciales y todo lo que es el tramo final. Ambos candidatos andan en procura del voto aún indefinido.
El vuelco que se produjo en las últimas semanas de 2016 a favor de Trump, no permite predecir pronósticos categóricos, sobre todo, frente a un hombre que como él es espontáneo y creador de situaciones fuera de la lógica política habitual.
Ambos candidatos tienen aspectos que les favorecen y les perjudican. A Trump le favorece la buena marcha de la economía norteamericana, pese al impacto por la pandemia de COVID-19. Yo hablo permanentemente con muchos amigos dominicanos, latinos y libaneses, que viven en los Estados Unidos, y casi todos me expresan que les ha ido y les está yendo muy bien.
Lo del COVID-19 pudiera favorecer a Biden en virtud del mal manejo inicial de Trump, aunque también observo que se ha recuperado de eso. Es mucho el dinero repartido. Hay personas que han recibido miles de dólares de parte del Gobierno.
Los gringos sienten que Trump ha enfrentado a los chinos en beneficio de las industrias y mano de obra norteamericana. En favor de Biden está en estos momentos, paradójicamente, una parte del poderoso sector militar, que se ha enemistado con Trump debido a que éste no ha impulsado guerras en el mundo. Pero ese hecho también le genera a Trump simpatía en otros sectores.
La batalla será fuerte en los estados que fluctúan. Lo que pase en esos estados será determinante.
De todas maneras, pienso que Trump, con todo y parecer grosero, genera más empatía que Biden. Biden es más formal, más lineal, y eso en este mundo del espectáculo, definitivamente no es lo mejor para un candidato.
Además de todo lo anterior, el equipo de Trump, y él mismo, son buenos en la campaña sucia. En chocar al contrario. Ya se nota ese manejo que le están dando a la campaña.
Por último, pienso que el haber sido contagiado por el COVID-19 lo ha favorecido, o al menos no ha girado el tablero en favor de Biden. Acaparó por unos días toda la atención de Norteamérica, y de repente el hombre salió con buena imagen. Proyectó la imagen de líder.
Todo lo anterior, y aunque falta aun tres semanas de batalla electoral, veo a un Trump rumbo a su reelección, aunque por estrecho margen.
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