Colaboración/elCorreo.do
Perspectiva: Si hay un dominicano que ayudó a Rafael Leónidas Trujillo a llegar al poder ese es Rafael Fello Vidal. Por una casualidad de la vida, que al decir del barbudo Carlos Marx es una categoría histórica, se conocieron en la Fortaleza Ozama, siendo Trujillo su comandante. Entonces, entre ellos nació una amistad que sería fundamental en el buen encauzamiento de las ambiciones políticas de Trujillo. De hecho, Rafael Vidal fue el primer intelectual que vio las potencialidades de Trujillo y sus posibilidades de ser presidente de la República.
Fello había nacido en Santiago. Su vida pública la inicia como periodista en el periódico El Diario, desde donde desarrolla una valiente campaña contra la ocupación norteamericana de 1916, lo que lo llevó a la prisión por varios meses. Era Bolo, seguidor de Juan Isidro Jimenes. Luego se traslada a la ciudad capital y labora como periodista del influyente periódico Listin Diario, pero también se convierte en funcionario del Departamento de Hacienda, regenteado por José Dolores Alfonseca.
Era julio de 1925 cuando él y Trujillo se conocieron. Fello tenía 31 años y Trujillo 34. Fello había matado a Juan Milcíades Abreu en una trifulca escenificada en un barrio de Santo Domingo. Para entonces ya era conocido y con buenos vínculos, que los convertían en un personaje importante.
El propio Alfonseca personalmente lo entregó en la Fortaleza Ozama al brigadier Rafael Trujillo, pidiendo un trato considerado para él. En la intimidad de la cárcel Trujillo, que tenía la cualidad de detectar al vuelo las condiciones de cada persona cercana a él, vio en Fello inteligencia, astucia, y dotes de organizador y trabajador. Era justo lo que necesitaba para organizar una eficaz campaña propagandística en favor de su imagen y de sus ambiciones políticas.
No fue difícil convencer a Fello a asociarse con Trujillo. Amén de que vio en Trujillo condiciones para ascender al poder, en realidad necesitaba de las influencias y benevolencias del brigadier para disfrutar de un buen trato en la cárcel y también para seguir siendo un importante hombre.
Así, como dice Andrés L. Mateo, “Fue calando en la conciencia del militar, y de preso de confianza; poco a poco, pasó a ser diseñador del proyecto trujillista en las páginas de “La Revista”, publicista personal, contacto con los intelectuales disidentes del horacismo, reclutador de cerebros, agente secreto en los trajines conspirativos de febrero, y hasta administrador del dinero que Trujillo tenía destinado para el trabajo político”.
Para entonces Fello era ya horacista. Y Trujillo era un hombre que gozaba de la protección y el afecto del presidente Horacio Vásquez y de su esposa doña Trina de moya. Ese afecto y esa protección de la pareja presidencial fue un objetivo que el Jefe dispuso lograr a través de múltiples muestras de una relación personal y una lealtad a toda prueba. Trujillo, astuto, con instinto felino, paciente, discreto, simulador, la verdad es que supo ganarse al presidente y a su esposa llenándolos con halagos, servicios y eficiencia. Al presidente llamaba papá. Y doña Trina era colmada de las mayores atenciones y cuidado, llegando ella a quererlo como a un hijo.
Pero no todo era color de rosas para el brigadier. El mismo afecto prodigado a él por parte de la pareja presidencial le generaba en otros funcionarios celos y rechazos. José Dolores Alfonseca, vicepresidente de la República, encabezaba la ala del horacismo que lo adversaba. No se sabe con exactitud las razones de esas pugnas entre Alfonseca y Trujillo. No se conoce un hecho específico que pudiera ser señalado como causa de esa enemistad. De todas maneras, Trujillo que conocía la psicología del dominicano, sabía que Alfonseca y varios ministros intrigaban con el presidente en su contra. Sabía que no les había agradado su ascenso a jefe del ejército y deseaban su cancelación.
El asunto se complicó en 1929 cuando Horacio Vásquez, tras extender en 1928 su mandato, procuraba reelegirse para las elecciones de 1930. Ya Rafael Vidal había cumplido la pena de un año correccional, pero a solicitud de Trujillo se había quedado en la fortaleza para trabajar con él en todo lo relativo a su imagen, a sus vínculos con sectores opositores al gobierno, a las maniobras para ganar aliados, y también en «La Revista», órgano propagandístico del ejército, que se dedicaba esencialmente a resaltar la figura de Trujillo.
En una ocasión, estando Horacio en Baltimore, Estados Unidos, a donde había ido a operarse de un riñon, Alfonseca se había quedado, por mandato de la ley, como presidente provisional, y por tanto con la autoridad para tomar cualquier medida como nombrar y destituir funcionarios. Se temía que pudiera destituir a Trujillo de su cargo.
Horacio duró 6 meses fuera del país, un tiempo largo, en el que se ahondaron las diferencias entre Alfonseca y Trujillo. En una ocasión Trujillo fue llamado al palacio a ver al presidente en funciones. Su intuición le dijo que no era para nada bueno. Entonces consultó con Fello. Le dijo: “Fello, Alfonseca me mandó a buscar. ¿Qué tú crees de eso”. Con ese instinto de político avezado, capaz de conocer las ocultas intenciones, Fello respondió: “Si vas al Palacio te puede ir de dos maneras. Con suerte te sale un exilio. Y si no, te fusilan. Recomiendo no ir”.
En efecto,Trujillo no fue. Pero al otro día se apareció en Palacio acompañado de unos oficiales de su entera confianza, todos armados con metralletas Thompson, y sin anunciarse entró al despacho presidencial. Trujillo, que era un actor político, con toda su calma, le dijo a Alfonseca: “Ayer no pude venir porque estaba aquejado de gripe. Pero estoy aquí hoy, ¿En qué le puedo servir?. El presidente, conociendo bien a Trujillo se limitó a decirle: “No, no era para nada urgente. Solo quería informarle que la operación del presidente salió muy bien y que pronto estará con nosotros porque sé que eso te alegras”. A lo que Trujillo respondió: “Muy bien, muchas gracias”. Y se retiró.
A partir de ese momento, asesorado por Fello Vidal, se convenció de que había que acelerar los preparativos conspirativos. Intuía que si le pasaba algo fatal al presidente y su lugar era ocupado por Alfonseca su destino no sería otro que no sea el exilio o la muerte. Barajadas diferentes opciones, él y Fello, concluyeron que la más sensata era aprovechar todo el disgusto y las inconformidades generadas a raíz del intento reeleccionista del presidente, fortaleciendo los vínculos con los opositores que encabezaba Rafael Estrella Ureña desde Santiago de los caballeros.
Y efectivamente así se hizo. Trujillo fue una pieza clave en la llamada Revolución del 23 de febrero, que terminó enviando al exilio a Horacio Vásquez y llevando al poder a Rafael Leonidas Trujillo.
Trujillo y Fello Vidal habían ganado la partida. !Y de que manera¡.
Somos un medio independiente que asume un compromiso con la libertad de expresión, la transparencia y el acceso a la información de los ciudadanos.