Néstor ArroyoPerspectiva

Referentes éticos

Por Néstor Arroyo

Colaboración/elCorreo.do

PERSPECTIVA: Nos hemos quedado sin referentes éticos, debe ser una pregunta, pero podría ser una afirmación ante la corrupción sin frenos, la degradación de nuestros cimientos familiares y la degeneración del espacio público, donde la razón no es utilizada para dirimir los conflictos y buscar “el justo medio” aristotélico.

Vivimos la desmesura y la falta total de control. Los políticos procuran enriquecerse y nuestra democracia electoralista es escamoteada, falseada, masticada y roída por ellos y sus socios privados. Ha sido así desde siempre, con lógicas y honrosas excepciones. Y aunque se espera que cambie este rumbo, santo Tomás nos llama a esperar antes de celebrar. En el país, la política ha sido especulación y no “la ciencia más pura y la más digna, después de la Filosofía”, pues entre nosotros le ha faltado, como bien sigue la frase duartiana “(…) inteligencias nobles”.

Los cargos cambian a muchos o descubren su verdadera fisonomía, olvidando posturas y promesas éticas, por eso parece cierto que: “(…) es imposible conocer el alma, los sentimientos y las intenciones de un hombre hasta que se muestre experimentado en cargos y en leyes” (Sófocles: Antígona), pues “ninguna institución ha surgido peor para los hombres que el dinero” (Op. Cit.).

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Qué es vivir una buena vida? La gran pregunta que subyace en la filosofía moral desde el siglo V antes de Cristo. O incluso desde antes, si pensamos en el pentateuco desde un punto de vista ético. Bajo qué barómetro debemos tratar a los demás? Cómo debemos vivir nuestras vidas? Debemos hacer tabula rasa de lo que proyectan nuestras clases dirigentes, como modelos éticamente cuestionables, y buscar nuestros propios caminos? Podemos vivir una mala vida, procurando una buena vida? Qué es, entonces, lo buen? Vivir una buena vida es un proyecto fácil, o es una búsqueda constante llena de tropezones y de fallos? Vale la pena?

Cómo discernir lo bueno de lo malo para aplicarlo a nuestras vidas? Debemos buscar el bien por respeto a las normas o por temores divinos o, en cambio, por convicciones personales? Y, la gran pregunta de la filosofía: Qué es la felicidad? Es esta la máxima de las virtudes? Y cómo alcanzarla si no existe una sola forma de vivir la vida.

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Puede el Estado prohibir de forma absoluta algo, sin dejarles opciones al individuo, imponiéndole una visión ética quizás diferente a sus estándares? Son preguntas difíciles en momentos de modernidad (más bien post modernidad) líquida: Nada vale, todo se permite, la tradición no importa; no existe la contención, el freno.

Nos faltan referentes éticos que hagan de la búsqueda del bien su norte y sirvan de guías, anteponiendo, muchas veces, su dicha personal y hasta familiar. Nos hacen falta soñadores con los pies en la tierra, hemos tenido demasiados prácticos que no miran el cielo. Nos hacen falta más Duarte, hemos tenido muchos Trujillo. Y eso es para la política y para la vida diaria, la vida de la calle, la del día a día.

Nos faltan referentes éticos.

 

 

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