Frank NuñezPerspectiva

Nuevos epítetos ideológicos

Por Frank Núñez

Colaboración/elCorreo.do.

PERSPECTIVA: El denominado “nuevo orden internacional” que surgió tras el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) creó una crisis de identidad en las organizaciones partidarias ubicadas en la izquierda política, las cuales evidentemente se han quedado sin discursos ni propuestas en la compleja sociedad del siglo XXI.

Durante la competencia ideológica, con marcadas diferencias entre el modelo capitalista y el socialista, era lógico, práctico y racional establecer la franja que dividía la izquierda de la derecha. La primera luchaba por implantar la dictadura del proletariado tras derrotar el poder de los burgueses capitalistas.

Los derechistas optaban por conservar el sistema, con disímiles propuestas programáticas que incluían desde dictaduras, gobiernos socialdemócratas y social cristianos, hasta consejos de Estado, que sin tocar las estructuras sistémicas, garantizaban algunas conquistas a los sectores más vulnerables.

En este país muchos se preguntan, cuando se debaten temas que afectan a los más pobres, ¿dónde se ha metido la izquierda dominicana? ¿Qué grupos, partidos o movimientos pueden ser calificados como representantes de la izquierda? La pregunta viene a cuento cuando se habla de modificar el Código de Trabajo, de la estafa que ha resultado la mal llamada Seguridad Social y hasta cuando, en medio de la pandemia,  se hacen planteamientos en demanda del 30 por ciento de los depósitos que tienen los trabajadores en los fondos de pensiones.

Paradójicamente, quienes aparecen como defensores de los trabajadores, que eran la razón de ser de las izquierdas, ahora son figuras como el diputado Pedro Botello de La Romana, perteneciente al derechista y conservador Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), el mismo que liderara el epígono trujillista Joaquín Balaguer.

Las veces que los que se autodefinen exponentes de la izquierda han sido vistos en manifestaciones populares tienen que ver con la lucha contra la corrupción gubernamental, como ocurrió con La Marcha Verde, y en los desfiles del Orgullo Gay, donde en un momento llegaron a coincidir con un pasado embajador norteamericano, representante del imperialismo que antes estigmatizaban,  quien exhibía con todo desparpajo sus preferencias por las llamadas parejas igualitarias.

Ya se sabe que La Marcha Verde, que congrega a los llamados progresistas, como ahora prefieren llamarse los «izquierdistas»,  ha servido de plataforma para que muchos de sus dirigentes conquisten puestos en los gobiernos y jugosas “asesorías”.

En los tiempos de la Guerra Fría, cuando era posible determinar la franja que dividía la izquierda de la derecha, los que profesaban el izquierdismo dominaban la doctrina marxista y solían satanizar a quienes no compartían sus criterios con epítetos como “reaccionarios”, “conservadores”, “lacayos del imperialismo” y “derechista recalcitrante”.

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Los “izquierdistas” de actualidad, esos que coinciden con las Ongs feministas financiadas por las naciones capitalistas, los mismos que respaldan la legalización del aborto y  los matrimonios del mismo sexo, ahora cambiaron de epítetos y califican a los que piensan diferente como “atrasados” o “cavernarios”.

En República Dominicana, los izquierdistas que sustituyeron la bandera roja con la hoz y el martillo por la del arcoíris, también se refieren de manera despectiva a quienes defienden la nacionalidad y asuntos tan puntuales como la preservación del río Masacre, cuya canalización por Haití viola acuerdos binacionales de amistad perpetua suscritos por ambas naciones en 1929. El epíteto que les tienen a los dominicanos preocupados por ese asunto es de “ultra nacionalistas”.

¿Es Pedro Castillo izquierdista?

En su nostalgia, esos mismos izquierdistas suelen vanagloriarse de cualquier victoria electoral de algún proyecto político que ubiquen en su dirección aunque sea con afirmaciones tiradas de las greñas como ocurre con el virtual triunfo del maestro de campo Pedro Castillo en Perú, quien se perfila ganador en un estrecho margen frente a Keiko Fujimori, ubicada en la derecha.

De acuerdo con las expectativas de la alicaída “izquierda latinoamericana”, un gobierno de Pedro Castillo vendría a engrosar el modelo que representan Nicolás Maduro, en Venezuela; Daniel Ortega, en Nicaragua, y Miguel Díaz Canel, en Cuba.

Pero los cables que llegan calientitos desde la patria del poeta César Vallejo y el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, describen a Castillo como un líder cuyo nombre “comenzó a sonar en el 2017 cuando lideró una prolongada huelga del magisterio. Está casado y tiene tres hijos. Su esposa es evangélica y él católico”.

Pero esos reportes de prensa atribuyen su ascenso a su “mezcla de moral conservadora con demandas de cambio en un país donde la religión tiene un peso electoral”, por lo que, aunque se pronunció seguir del madurismo y aboga por la nacionalización de las minas de Perú para “ponerle fin a la pobreza en un país rico”, acostumbra a citar pasajes bíblicos “cuando apela a la moral para justificar su rechazo al aborto, al matrimonio homosexual y la eutanasia”.

Fuera bueno que los “izquierdistas” de aquí y del Perú analicen en su conjunto el discurso del que parece haberse convertido en su presidente electo, porque el hombre cuando viene a ver resultaría ambidiestro. Un análisis de esa envergadura, evitaría que después lo descalifiquen con los epítetos de reciente factura ideológica.

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