Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: Más que para derrotar al dictador Nicolás Maduro, las elecciones del domingo 28 de Julio en Venezuela, se realizaron como razón y conciencia democrática de la oposición al régimen despreciable y estafador que por más de 25 años patea, agrede, empobrece, esclaviza y mata a su gente, sin rubor y respeto mínimo a la dignidad humana. Los líderes y dirigentes opositores y el mundo libre y democrático esperaban el fraude electoral porque de otra forma el chavismo no tendría siquiera esperanza de triunfo o de la mueca descarada que montó su consejo electoral.
Ese hombre, llevado, entronado en la Presidencia de Venezuela por Fidel Castro, por conducto de Hugo Chávez, perdió abrumadoramente las elecciones generales el pasado domingo, pero se resiste a traspasar el poder al legitimo ganador, Edmundo González, porque como Luis XIV, se cree dueño del Estado venezolano y también de su vida, de su muerte y de su resurrección. Él no reúne la más mínima condición de estadista, ni siquiera de dirigente, pero a los cubanos, chinos, iraníes y rusos les convenía y conviene su rotunda ignorancia, su incapacidad, su troglodismo al cuadrado y su vocación entreguista para así dominarlo y manipularlo a su antojo.
Ese hombre es tan torpe, abusador y descarado, que el resultado electoral anunciado el domingo a medianoche, fue tan ridículo, absurdo y grosero como lo ha sido su conducta y accionar político y social durante poco más de la década que gobierna ilegítimamente a la Patria de Bolívar Betancourt y Caldera. Nicolás Maduro es un bocón desaforado e insano, un espécimen carente de nobleza y grandeza humana, es, más bien, un desperdicio de la naturaleza, un ejemplo del diablo, nacido para dañar, para colectivizar el odio, el egoísmo y el sufrimiento del heroico pueblo venezolano.
Es por ello que a casi una semana de escenificadas las elecciones, el infeliz hombre no ha podido presentar a la vista de los venezolanos y del mundo, las actas genuinas de las votaciones, y si lo hace, presentará un 80 o 90 por ciento de actas fabricadas chapuceramente para pretender justificar el triunfo que jamás obtuvo. No fue un simple fraude electoral, fue un robo asqueroso, estúpido y vulgar.
A ese monstruo humano hay que sacarlo del poder, por las malas, con la fuerza del pueblo y con el látigo internacional, porque él se cree dueño del Estado, el que le fue regalado por los ángeles del infierno. Salir de Maduro, Cabello, Delcy Rodríguez, Amoroso, Padrino López y otros superbos canallas, será un gran alivio para Venezuela y el resto del mundo libre, decente y democrático.
Hasta Putin, King Jong-un y Xi Jinping, saben que su pupilo, su marioneta, perdió abrumadoramente, pero pelearán su permanencia en el poder, lo negociarán si lo dejan, si pueden, porque se trata de mucho petróleo, de mucho gas, de mucho oro, rodio, hierro, cobre, plata, uranio, suficientes para sus propósitos bélicos, económicos y de dominación.
Por ello no lo dejarán solo y lucharán políticamente por él, aunque a los venezolanos se los lleve el mismísimo diablo.
Insisto, pues, que Nicolás Maduro y su equipo delincuencial, como dije en el artículo anterior, no entregará el poder a los auténticos ganadores por las buenas, sino por la fuerza y la presión militante y avasalladora del pueblo. Háganlo, entonces, no le den respiro hasta llevarlo al callejón sin salida que se merece o a la hoguera que él se fabricó, no hay vuelta atrás.
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