Las víctimas de la policía en Brasil: Negro, joven y residente en una favela
“El perfil es muy próximo al de las víctimas de homicidios en general”, pues son “hombres, jóvenes, negros y muy comúnmente pobres, habitantes de las regiones periféricas de las ciudades”.
EFE
SAO PAULO.- Negro, de entre 18 y 30 años y residente en una favela. Ese perfil tiene tres veces más de probabilidades de fallecer en una operación policial en Brasil, donde los afrodescendientes son el 55 % de la población pero representan más del 75 % de las víctimas mortales policiales.
Se trata de “un resultado injusto” del “racismo institucional” y “estructural” que sufre el país, sostuvo en una entrevista con Efe David Marques, coordinador de proyectos del Fórum Brasileño de Seguridad Pública.
El último informe de este organismo alerta de que en 2018 los agentes mataron en Brasil alrededor de 6.220 personas, una media diaria de 17 muertes en operaciones policiales. De todas las víctimas, tres de cada cuatro eran negras.
Los datos de esta organización revelan una “expresiva sobrerrepresentación de negros” en la letalidad policial del país, que es eminentemente masculina (el 99,3 %) y que cuenta con la segunda mayor población afrodescendiente del mundo, apenas detrás de Nigeria.
“El perfil es muy próximo al de las víctimas de homicidios en general”, pues son “hombres, jóvenes, negros y muy comúnmente pobres, habitantes de las regiones periféricas de las ciudades”, concretó Marques.
“Es el perfil preferencial del sistema, comenzando en las actuaciones policiales y también en las prisiones”, agregó el responsable de la organización, quien lamentó que “la acción letal de la policía como principal estrategia” continúe siendo una “idea muy fuerte todavía, muy tradicional y socialmente validada”.
En este mismo sentido se expresó en declaraciones a Efe César Muñoz, investigador sénior de Human Rights Watch (HRW) en América Latina.
Según Muñoz, “la violencia policial es un problema crónico de derechos humanos en Brasil”, que se ha agravado en los últimos años, pero “especialmente desde que Jair Bolsonaro asumió su puesto de presidente” con su discurso de que “la policía debía matar más”.
“Esto tiene unas consecuencias muy graves, obviamente para las comunidades que sufren esta violencia, pero también a nivel de seguridad pública”, porque “no se puede confiar en una policía que usa la fuerza letal sin ningún control”, es una “fuente de inseguridad y amenaza”, dijo.
El problema, lamentó Muñoz, es la “impunidad” ante estas actuaciones y la falta de investigaciones “adecuadas”.
Esto se explica porque “el racismo en Brasil no es exclusivo de la policía” -terció Marques-, ya que “se manifiesta de forma estructural en el resto de instituciones públicas” y también en los ciudadanos del gigante sudamericano.
“No consiguen entender que el racismo no es solo cuando una persona blanca, por ejemplo, agrede a una negra”.
MÁS VIOLENCIA POLICIAL QUE EN ESTADOS UNIDOS
En número absolutos, la violencia policial en Brasil es “enorme”, afirmó el investigador de HRW. De hecho, con dos terceras partes de la población de Estados Unidos, los cuerpos de seguridad brasileños matan seis veces más que los uniformados norteamericanos.
De acuerdo con la ONG Mapping Police Violence, las víctimas mortales a manos de la policía estadounidense fueron 1.143 en 2018 y 1.099 en 2019, siendo el 24 % negros, aunque el grupo constituye cerca del 13 % de la población del país -en Brasil, el 55 %-.
Algunos de estos casos llevaron a protestas y conmociones sociales, ahora intensificadas tras la reciente muerte de George Floyd en Minneapolis.
REPUNTE DURANTE LA PANDEMIA
En cambio, en Brasil no hubo una indignación social comparable a la de EEUU el pasado mes de mayo, cuando la zona metropolitana de la ciudad de Río de Janeiro fue testigo de un operativo policial que costó la vida a Joao Pedro Mattos, un afrodescendiente de apenas 14 años que fue tiroteado en su propia casa, donde fueron encontradas cerca de 70 marcas de bala.
El trágico episodio, ocurrido en medio del brote global del coronavirus, sucedió cuando el país todavía intenta digerir la muerte de Ágatha Félix, una niña de 8 años asesinada por una “bala perdida” en septiembre del año pasado durante una operación policial en una favela del norte de la capital fluminense.
Durante la crisis sanitaria del COVID-19, las medidas de aislamiento social no solo no han frenado el número de víctimas mortales a manos de los agentes, sino que la cifra repuntó en el primer cuatrimestre de este año.
De acuerdo con el Instituto de Seguridad Pública, solo en el estado de Río de Janeiro se registraron 606 fallecimientos en operaciones policiales entre los meses de enero y abril de 2020, una cifra un 8 % superior al mismo período del año pasado.
De estas más de 600 muertes, detalla la institución, un total de 177 ocurrieron en abril, lo que supone un aumento del 43 % en comparación con los datos del cuarto mes de 2019 y, a la vez, representan un 35 % de todas las muertes ocurridas en Río en abril, según precisó el investigador César Muñoz.
Contactada por Efe, la Secretaría de Estado de la Policía Militar de Río de Janeiro aseguró que las actividades de la corporación en el enfrentamiento al crimen organizado “no sufrieron alteraciones” durante la crisis sanitaria del coronavirus y que el número de operaciones mensuales durante el primer cuatrimestre de este año se mantuvo “al mismo nivel”.
No obstante, añadió la Secretaría, la corporación necesitó “ampliar su planeamiento del área operacional” para “atender las demandas” creadas con las medidas de aislamiento social.
¿Y LAS MUJERES?
Aunque la gran mayoría de víctimas mortales en intervenciones policiales son hombres negros, el Fórum Brasileño de Seguridad Pública alertó también en su informe sobre la vulnerabilidad de las mujeres afrodescendientes.
A modo de ejemplo, en 2017 las mujeres negras representaron el 66 % de las víctimas de homicidio y el 61 % de las víctimas de feminicidio en el país.
Entre la década de 2007 y 2017, según la misma organización, creció un 4,5 % la tasa de homicidio de mujeres “no negras”, mientras que el mismo indicador para las afrodescendientes aumentó en casi un 30 % a lo largo de estos diez años.
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