
Colaboración/elcorreo.do
Perspectiva: Antonio de la Maza Vásquez, poseído por una obsesión casi patológica de matar al dictador Rafael Leónidas Trujillo, fue el principal promotor de esa plan. Mocano, valiente, hombre de armas a tomar, había jurado en el mismo entierro de su hermano Octavio, vengar su muerte. Tavito, había sido muerto en 1957 en la cárcel por órdenes de Trujillo, como parte de los crímenes que se cometieron para encubrir el crimen del español Jesús de Galíndez. Con razón muchos afirman que sin Antonio no hubiese habido 30 de mayo. Fue la bujía inspiradora del complot, el que siempre sostuvo que si se quería salir de Trujillo había que matarlo.
Entre los complotados hubo sugerencias de otras posibles soluciones, como por ejemplo, la sugerida por los hermanos Modesto y Juan Tomás Díaz, de secuestrar al jefe y llevarlo a la casa de Juan Tomás. De acuerdo a ese plan, allí estaría esperando el Secretario de las Fuerzas Armadas, Pupo Román, para iniciar, con la bendición de los norteamericanos, negociaciones que pudieran llevar a la toma del poder. Era una especie de un trueque. Cambiar la vida de Trujillo por el poder.
Ambos hermanos eran reconocidos por tener mucha capacidad, talento, astucia y buen olfato. Eran también hombres ligados desde siempre al poder político y militar trujillista. El argumento no dejaba de ser atractivo, y planteado por los influentes hermanos Díaz podía convencer. Pero no a hombres del carácter y la obsesión de Antonio de la Maza por cuya mente nunca pasó nada que no fuese el magnicidio. Matar a Trujillo, pura y simplemente. Vengar la muerte de Tavito con sangre. Nada de negociaciones politicas. La sangre se lava con sangre, decía. También decía, y con frecuencia: «Esa no se la cobran ms hjos». Los últimos meses de su vida fueron dedicados a ese único objetivo.
El plan de Juan Tomás y Modesto, y más de Modesto que de Juan Tomás, tenía características audaces, casi de película, que les daban a los complotados posibilidades de negociar la toma del poder. Dice el prestigioso historiador José Miguel Soto Jiménez que «para la toma del poder era más conveniente secuestrar a Trujillo que matarlo». Pero él mismo también dice que «la historia no se puede corregir», y que «Es un trabajo de necios tratar de corregir la hstoria». La historia es lo que fue, lo que es, no lo que pudo y debió ser.
Para esas posibles negociaciones los interlocutores estaban ahí. Ahí estaban los gringos y ahí estaba el propio presidente Balaguer, que para algunos sabía lo que se cocinaba. También estaba Negro Trujillo, de mucha influencia en el clan familiar trujillista, que no le desagradaba la idea, ya en la postrimería de la Era, de irse a vivir al extranjero a disfrutar del dinero atesorado. Pero ese plan tenía dos decididos enemigos: Trujillo y Antonio de la Maza. El Jefe no entraba en esa lógica. En su siquis no cabía eso de dar el brazo a torcer, de entregarse, de dar por terminada su Era y marcharse. Su vida no tenía sentido fuera del poder. A ese déspota había que sacarlo muerto. Se lo había dicho a los propios yanquis cuando intentaron convencerlo de que se retirara a los Estados Unidos a disfrutar de sus cuartos. Y había puesto al presidente Balaguer a decir en un discurso que El Varón Perinclito de San Cristóbal no era como el cubano Fulgencio Batista ni como el venezolano Marcos Pérez Jiménez ni como el colombiano Gustavo Rojas Pinilla. Que a Trujillo solo muerto se va. Definitivamente Trujillo no era secuestrable.
Todo el mundo, en el círculo íntimo de Trujillo, estaba consciente de eso. Por eso, dice Luis Ruiz Trujillo, sobrino de Trujillo, en una entrevista dada al brillante y acucioso investigador e historiador, Víctor Grimaldi, que la noche del 30 de mayo cuando aún no encontraban el cadáver de Trujillo circuló la versión del secuestro, pero la familia de inmediato descartó totalmente esa posibilidad.
El otro que ese plan encontró de frente fue Antonio de la Maza. Para este hombre lo que procedía era liquidar al hombre que había matado a su hermano, a sangre y fuego. Finalmente el mocano se impuso. Nada de secuestro. El plan era matar al chivo y llevárselo como un perro a Pupo para proceder con la parte política que nunca pudo darse. Y eso fue lo que se hizo el 30 de mayo. En la Avenida, Antonio de la Maza disparó el primer tiro con la escopeta, calibre 12, cañon cortado, contra Trujillo, y casi lo mata. Esa gloria es suya. El tirano quiso resistir. Pero que va. El golpe es de quien lo da. Lo reventaron a balazos. La venganza de Antonio estaba saldada. !Que cara le salió a Trujillo la muerte de Tavito¡
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