Editorial

La carga de los presidentes

Hay ocasiones en que un simple ciudadano quisiera ser el presidente de la República, porque solo ve la parte aparentemente placentera de ser obedecido, servido, halagado, y a veces, lisonjeado.

Esto último sucede en países donde se ve al presidente como un ser fuera del mundo de los mortales y se le asocia con el cielo.

Pero un presidente, probablemente, tiene momentos más amargos que dulces, sobre todo en países como la República Dominicana, donde quedan tantas cosas por hacer y resolver.

La energía eléctrica, por ejemplo. En este aspecto podemos decir que pocos mandatarios han podido salir ilesos en cuanto a su imagen.

Ahora mismo el país atraviesa por una crisis en el suministro de energía eléctrica, y si bien el presidente ha delegado ese sector a alguien con amplia experiencia, la gente percibe que esa experiencia ha servido para poco.

¿Y qué creen ustedes? Pues que los rayos tienen como blanco al presidente Abinader. Es decir, esos pelotazos los recibe el jefe del Estado que, se supone, no está para eso.

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Pero lo peor de lo peor es que el colapso del sistema de semáforos que afectó a numerosas vías de la ciudad capital, la culpa también ha recalado en el presidente de la República.

Un total desenfoque de lo que es la delegación de funciones de un presidente.

Esperar que el jefe del Estado esté pendiente de sistemas de semáforos, es ponerlo a hacer micro gerencia.

Y un contrasentido aún mayor…

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