Farid KuryPerspectiva

Fuerzas Armadas y corrupción

Por Farid Kury

Redacción/elCorreo.do 
PERSPECTIVA: En su enjundioso libro “Crisis de la Democracia en América Latina”, el profesor Juan Bosch analiza las causas del golpe de Estado que lo derrocó la funesta madrugada del 25 de septiembre de 1963. En esa obra hay un capítulo titulado “El papel de la corrupción en el golpe”, en el cual nos explica lo determinante que resultó la corrupción en el golpe.
Es fascinante leer de la exquisita prosa del profesor su análisis sobre  la corrupción que encontró en las Fuerzas Armadas a su llegada al poder. Esa corrupción, institucionalizada por demás, nació con el nacimiento de la República. Tanto en los gobiernos anárquicos como dictatoriales esa fue la norma.
Las Fuerzas Armadas siempre han sido, y siguen siendo, una excelente vía para ascender en la escala social y económica, y muchos fueron los dominicanos que se engancharon a esos estamentos para alcanzar poder, riquezas y notoriedad.
El dictador Rafael Leónidas Trujillo fue uno de ellos. Al poco tiempo de ser admitido en 1918 como segundo teniente por las tropas de ocupación norteamericanas, Trujillo llegó a ser jefe del Ejército, donde, usando los mecanismos de la corrupción institucionalizada, pudo hacer fortuna, que le permitió ampliar sus vínculos y ser una figura clave en la conspiración contra el presidente Horacio Vásquez.
Convertido ya en dictador, las Fuerzas Armadas fueron usadas a sus anchas para mantener el terror, pero también para aumentar su fortuna a niveles exagerados, lo que lo convirtió en dueño de casi la totalidad de los negocios y en amo del país.
Con su protección, sus familiares y sus amigos también usaron los cuerpos castrenses para enriquecerse. Era, por mucho, la mejor vía, porque el uniforme militar, siendo un símbolo avasallante de poder, facilita la protección de los negocios turbios y la acumulación originaria.  El poder militar se basa en la obediencia ciega. Ahí todo el mundo sabe lo que ocurre, pero todos  tienen que mantener la boca cerrada y obedecer. Porque “en boca cerrada no entra mosca”.
Al llegar el profesor Bosch al poder en febrero de 1963 la corrupción en las Fuerzas Armadas, detalla él en su clásico libro, era rampante e institucionalizada. Lo dice de varias maneras, como esta: “Yo sabía, por denuncias privadas, que en los institutos armados –ejército, aviación, marina y policía- el cobro de comisión era un hábito; sabía también que los jefes acostumbraban nombrar intendentes que debían compartir con ellos las comisiones , y que cada cierto tiempo, cuando se consideraba que ya el intendente había percibido una cantidad de dinero suficiente, se nombraba uno nuevo para que se “acomodara”. Esa especie de institucionalización del robo llegó a tal punto, que en la madrugada del 25 de septiembre, antes aún de firmar la proclama del golpe de Estado, los militares golpistas discutieron la materia de las comisiones y resolvieron nombrar intendentes nuevos cada seis meses; y ahí mismo se acordó en qué orden de tiempo iban algunos de los firmantes de la proclama a ser nombrados intendentes”.
Esa fue la corrupción encontrada en las Fuerzas Armadas por el profesor Bosch y que sin duda, (aunque el propio profesor luego encontró otras causas del golpe), resultó ser un factor clave en el asesinato de la democracia.
Los gobiernos que han venido después del profesor Bosch, desde el Triunvirato hasta nuestros días, no se han atrevido o no han querido enfrentar la corrupción de los militares.
Al Triunvirato y al doctor Joaquín Balaguer, obviamente, no les iba a interesar ese tema. Al contrario, ambos lo que hicieron fue usar las Fuerzas Armadas para afincarse en el poder, sobre todo el doctor Balaguer, que sabía muy bien lo determinante que eran los miliares, más en aquella época de golpes de Estados, para mantenerse en el poder. Les permitió usar a sus anchas, sin ningún  control y con beneplácito, lo que él llamaba «la ración de la boa».
Pero tampoco los gobiernos llamados liberales, PRD y PLD, han tocado ese tema. Con el ascenso del PLD al poder en 1996 se acarició la idea de que al menos esa corrupción sería disminuida, pero que va. No solo no fue disminuida, sino que aumentó, y aumentó por una razón sencilla: el aumento del presupuesto generaba más dinero para las fuerzas armadas, y eso más corrupción.
Hoy estamos frente a un escándalo de una de las instituciones castrenses, (el Cestur), que dicho sea de paso, es de las más pequeñas y que maneja menos recursos.¿Pero es eso todo? Claro que no. Lo que contiene ese expediente y lo que dijo el mayor es una «chincha».
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