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¿Es calor un valladar para limitar la expansión del COVID-19?

Redacción/ElCorreo.do

SANTO DOMINGO: Como el que no quiere y sí quiere, la República Dominicana ya ocupa el sitial 44 del ranking mundial de contaminados, al registrar, según el boletín 46 difundido este lunes, 8,235 casos confirmados de COVID-19.

Los datos epidemiológicos del Ministerio de Salud Pública, indican que en las últimas 24 horas se registraron 281 nuevos casos, siendo uno de los mayores picos reportados a nivel nacional desde que se detectó el virus en el país el pasado 1 de marzo.

La mayor cantidad de contagios diagnosticados corresponde a la provincia Santo Domingo, con un total de 111 casos nuevos, para un acumulado de 1,638.

El detalle en porcentaje de incidencia indica que esa demarcación registra el 24.29 % de los casos, seguido de Santiago con el 10.94 %; Santo Domingo Este, 9.15 %; San Francisco de Macorís, 7.74 %; Santo Domingo Oeste 6.64 %.

También La Vega, 5.56 %; Santo Domingo Norte, 4.50 %; Moca, 2.72 %; Puerto Plata, 2.70%; San Cristóbal, 2.64 %; Bonao 2.48 % y La Romana, 2.28 %.

El clima cálido

Hay quienes opinan que las imprudencias cometidas por los dominicanos durante la actual pandemia del coronavirus han sido tan extremas, que han confirmado la quimera esperanza expuesta por la comunidad científica que investiga la posibilidad de que el coronavirus COVID-19 sea menos transmisible en un clima cálido.

Sólo así se comprenden las violaciones a las restricciones dispuestas por las autoridades y las tardanzas de estas para aplicar normas básicas para identificar las personas infectadas.

Todavía no existen evidencias científicas suficientes para afirmar que el virus sobrevive menos con el calor, pero sí que hay cuatro hipótesis que apuntan en esa dirección.

Así lo pone de manifiesto el informe del Grupo de Análisis de Coronavirus del Instituto de Salud Carlos III llamado “Clima, temperatura y propagación de la COVID-19”, que repasa las razones que podrían apoyar la tesis de una menor transmisión en primavera y verano, siempre teniendo en cuenta que «aún es pronto para considerar la estacionalidad climática como un factor clave de su transmisibilidad».

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¿Por qué?

La real o falsa relación climática con la evolución de la pandemia se fundamenta en el hecho de que en invierno, el aire exterior es más frío y más seco, tanto en interiores como en exteriores.

En los países templados se ha demostrado que la humedad absoluta afecta mucho a la transmisión de la gripe y que la baja humedad hace que las gotas se asienten más lentamente porque se reducen a tamaños más pequeños y luego la fricción las mantiene más tiempo en el aire, “provocan que las condiciones más secas favorecen la trasmisión”.

Otro aspecto que resaltan los investigadores es que también en invierno las personas pasan más tiempo en ambientes interiores con menos ventilación y menos espacio personal que en ambientes exteriores en verano, lo que favorece la trasmisión de enfermedades que se difunden por gotas.

Un tercero enfoque apunta a que la condición del sistema inmunitario de una persona promedio sea sistemáticamente peor en invierno que en verano debido a la producción de melatonina y los niveles de vitamina D.

No obstante las anteriores consideraciones, los hechos confirman que la extensión del coronavirus a nivel mundial, incluso en climas cálidos y húmedos, «no puede considerarse un factor modulador clave de su transmisibilidad».

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