Perspectiva

El chiste de Sergio Vargas

Por Farid Kury

Para elCorreo.do

SANTO DOMINGO: Cuando el merenguero y exdiputado Sergio Vargas dijo que no se puede nombrar a pobres en altas posiciones porque eso sería como poner los gatos a cuidar la carne, estoy seguro que habló primero y pensó después.

Me luce que, motivado por el Pachá, quiso hacer un chiste. Pero el chiste fue de mal gusto.

Es que se trata de una afirmación, que sacada del contexto televisivo- farandulero, adquiere otra dimensión y ofende casi a todo el mundo. Y es obvio. Porque ¿quién no ve mal que se proyecte la imagen o la idea de que ser pobre es sinónimo de corrupto o ladrón?

Sin embargo, no crean que ese criterio es de la facturación exclusiva de Sergio Vargas. No. Son muchas las personas, incluso pobres, que creen lo mismo.

Todos hemos visto, por ejemplo, campañas electorales de candidatos presidenciales, congresuales y municipales proyectando este mensaje: en fulano se puede confiar porque es rico. Fulano no va a robar porque él es rico de cuna y no necesita robar.

Es más, en la campaña del actual presidente Luis Abinader, en algún momento se dejó caer la idea de que Luis no iría a robar porque como es rico de cuna no tiene necesidad de hacerlo. En el fondo lo que subyace en ese mensaje es que la gente roba porque es pobre y tiene necesidades y no roba porque no tiene necesidad de hacerlo.

Y esas ideas se difunden porque  saben que las mismas forman parte de la psiquis dominicana y latinoamericana.

He escuchado a muchas personas decir, cuando apoyan a candidatos ricos, que lo hacen porque fulano es rico y como rico es una garantía de conducta honrada.

Pero, ¿de dónde sale eso de que los ricos son más honrados que los pobres o que los pobres son más corruptos que los ricos? ¿Qué es lo que determina la calidad moral en el comportamiento de una persona?

Esas interrogantes no son nuevas ni mías. Hace muchos años vienen mereciendo la atención de académicos de la sociología y de la conducta humana.

En torno a ellas ha habido desde siglos reflexiones  filosóficas y hasta religiosas. Y en los últimos años esas interrogantes han ocupado la atención de prestigiosos centros académicos del mundo.

A mí juicio, en todo eso hay un trasfondo socioeconómico. Pero diferente a lo que cree Sergio Vargas y muchos más.

La verdad monda y lironda es que los estudios sobre actitudes morales de las personas concluyen en que los ricos, de forma general, muestran unos comportamientos menos éticos que los pobres. ¿Qué les parece?

En 2012 una universidad en Michigan hizo diversos estudios y experimentos directos con personas en las calles. Y la conclusión fue categórica: “los individuos de clase alta, por sistema, tendían a incurrir más en actitudes éticamente reprobables”.

Cito casos: El primer estudio, por ejemplo, analizaba cómo de frecuente un conductor maniobraba ilegalmente. Los investigadores correlacionaron el tipo de vehículo (más o menos caro) con la clase social, y descubrieron que los más ricos tendían a saltarse las normas más a menudo. Otro planteaba ocho soluciones a un problema: los ricos escogían con más frecuencia escenarios que implicaran aprovecharse de alguien, o quedarse ilícitamente con algo.

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En otros casos, “las personas de alta procedencia incurrían en más trampas a la hora de obtener un premio en metálico o tomaban más decisiones en beneficio propio que ajeno”.

Otra cuestión  que contradice lo afirmado por Sergio Vargas es el hecho de que cuando miramos los casos de corrupción en el mundo en su gran mayoría están envueltas personas ricas y muy ricas.

En España, por ejemplo, un estudio de la Universidad de La Laguna, en la isla de Tenerife, sobre la corrupción  en esa gran nación, indicó que “el 88 por ciento de los casos de corrupción están relacionados a personas con grandes fortunas”.

Los que vimos en Netflix las dos temporadas de la excelente serie «El Mecanismo» pudimos observar que fueron las empresas constructoras más gigantes del Brasil, ligadas a grandes bancos, y a funcionarios muy ricos, las que efectuaron el proceso de soborno y de sobrevaluación de obras descubierto más impresionante del mundo, en el que estuvieron envueltos miles de millones de dólares. No fueron desarrapados los que se inventaron y dirigieron esas operaciones.

Aquí en Quisqueya los envueltos en el caso Odebrecht, en su gran mayoría, son ricos hace mucho tiempo.

Ahora bien, ¿dónde es que está el problema?

Personalmente no creo que los ricos sean por defecto más «inmorales» que los pobres. Creo más bien pudieran ser más codiciosos. El asunto no es la escasez. El asunto es al revés. Como diríamos aquí: “es que mientras más tienen más quieren”, y muchos se meten en lo que sea para tener más.

Otro elemento a tomar en cuenta es que los ricos tienen más capacidad para lidiar con los costes de un comportamiento indebido. Tienen más recursos para ablandar la opinión pública y enfrentarse a la justicia,  más contactos y más influencias para encubrir la falta, y eso los lleva a sentirse más confiados a la hora de verse en el dilema de arriesgarse para ganar más  y más.

Y efectivamente se arriesgan. Y casi siempre ganan.

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