
Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: El PLD no perdió las elecciones el 15 de marzo ni el 5 de julio. Las perdió el 6 de octubre cuando la primaria quedó sumamente reñida y el doctor Leonel Fernández proclamó que la voluntad popular se había adulterado.
El proceso comicial interno había sido organizado por la Junta Central Electoral, en la modalidad de primarias abiertas, lo que obviamente suponía imparcialidad y confiabilidad.
Pero no. Está escrito que en RD una primaria reñida, como esa, terminaría en división y derrota. Ambos candidatos obtuvieron alrededor de 48 por ciento, con la agravante de que el perdedor era el percibido como el ganador.
El PLD perdió las elecciones el 21 de octubre cuando el doctor Leonel Fernández anunció al país su salida del partido, lo que marcaba la división de la organización que había ganado seis elecciones consecutivas, entre ellas cuatro presidenciales. Yo estaba esa noche en Sabana de la Mar, en la casa del doctor Frank Tavares, y junto con varios compañeros y amigos, vimos la alocución de Fernández.
Lo vi decidido. Vi en él mucha tensión acumulada. Vi a un hombre convencido de que ya no tenía nada que buscar ni hacer en un PLD controlado por el licenciado Danilo Medina. La división se selló esa noche. Y con la división, la derrota. Reynaldo Nova, amigo y compañero de décadas, es testigo de que esa noche le dije: “Rey, perdimos las elecciones”.
Los alegatos de fraudes, en una sociedad que sospecha de todo el mundo, iban a ilegitimar la candidatura presidencial de Gonzalo Castillo. Era cierto que Leonel no iba a llevarse a todos sus seguidores internos, pero no se trataba de eso, sino de maltratar las imágenes de Gonzalo y del presidente Medina. La imagen de división y de una candidatura presidencial ilegitima era una carga muy pesada que imposibilitaban franquear el camino con éxito.
Esa imagen de división envalentonó y fortaleció al PRM. Le subió la moral. Fue ahí, no antes, que la consigna del cambio empezó a expandirse por todo el país.
El resultado fue lo esperado. El PRM ganó en primera vuelta y el PLD bajó a su piso: 38 por ciento.
Recordemos que el PLD antes de las primarias tenía 53 por ciento, lo que significa que entre el 6 de octubre y el 5 de julio perdió 15 puntos. En las primarias el PLD obtuvo más votos que en las elecciones generales. La mejor manera de entender un proceso electoral son los números, las comparaciones estadísticas, y esas son las estadísticas, que no dejan ningún lugar a dudas de cómo la división determinó el resultado.
La lucha prolongada e intensa entre el ex presidente y el presidente debilitó a ambos como figuras, como líderes. Pero también debilitó al PLD como marca, como organización política. Por eso cuando el candidato presidencial morado fue proclamado ya el PLD no estaba en las mejores condiciones para echar exitosamente la batalla contra una organización que como el PRM había salido unificada de su primaria.
¿Que hubo otros factores? Sí, claro. En toda derrota o victoria hay múltiples factores. Pero a mí juicio ese fue el principal. Los otros factores son secundarios y vinieron arrastrados por el principal.
Hoy el PLD está derrotado y con su imagen bastante cuestionada.
Pero erran los que creen que está liquidado. No lo está. Ese 38 por ciento y el millón y medio de votos obtenidos en una coyuntura muy difícil indican que puede recuperarse y volver a convertirse en una fuerza respetable, de primer orden y capaz de ganar nuevamente elecciones.
No sería la primera vez que un partido pierde las elecciones y su imagen se deteriora, y luego, superada esa coyuntura, vuelve a convertirse en una gran fuerza electoral y conquista nuevamente el poder. Ha ocurrido varias veces en la República Dominicana, América Latina y el mundo.
Por supuesto, no será nada fácil. En estos momentos el PLD está recibiendo dardos en dos flancos. Por un lado la Fuerza del Pueblo está sonsacando a dirigentes y militantes, y por el otro, los funcionarios del PRM, con sus denuncias y posibles expedientes, juegan a seguir dañando la imagen de esa organización.
En ese contexto los desafíos a los que tiene que enfrentarse el PLD no son tan sencillos. Combatir en dos flancos nunca es aconsejable. Pero no tiene de otra.
Hay que detener la fuga hacia la FP y al mismo tiempo hay que saber lidiar con la campaña de descrédito desatada por el PRM desde la misma campaña electoral pero que ahora adquiere ribetes oficiales.
El otro desafío es modernizar y reformar las estructuras. El PLD tiene que entrar en un proceso interno de renovación, modernización, integración y verdaderas reformas, que debieron hacerse hace muchos años, que lo hagan potable y viable como organización a los ojos de la sociedad y de los propios peledeístas, que en estos momentos están arropados por el disgusto y el desánimo.
No hablo de una renovación biológica ni física, de simplemente sustituir viejos por jóvenes. No lo veo así ni creo en eso. Hablo de una renovación de ideas, visiones y actitudes. Pero por supuesto, en ese proceso de renovación muchos actores, por diversas razones, deberán ser sustituidos.
Esa es la ley de la vida. Hay estrellas que mueren y estrellas que nacen. Así ocurre en la naturaleza y en la sociedad.
Y lo más importante: recuperar la moral perdida. La autoridad política viene dada, decía con razón el profesor Juan Bosch, por la autoridad moral. Cuando se pierde la autoridad moral se pierde la autoridad política. A veces se lleva poco tiempo recuperarla, otras veces requiere mucho tiempo. Pero también puede que nunca se recupere. Va a depender de la visión que se tenga, de lo que se haga y de cómo se haga. Y de quién o quienes estarán al frente del proceso.
La política es una actividad muy dinámica, no aburrida. Siempre hay tareas pendientes, siempre hay desafíos y retos por enfrentar y superar. Y los desafíos no se evaden. Se enfrentan.
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