Colaboración/elCorreo.do
PERSPECTIVA: Un cambio de actitud por parte de los diferentes actores que intervienen en el quehacer político dominicano es lo que reina como expectativa después de un primer año de gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM), encabezado por el presidente Luis Abinader, caracterizado por tener como prioridad el enfrentamiento de las crisis sanitaria y económica, secuela de la pandemia de Covid-19, que aún no le saca el guante de la cara a todo el mundo y a República Dominicana en particular.
Abinader, con descontento hasta en su propio partido, que aún se percibe fuera del poder, ha sorteado el temporal sin mayores contratiempos debido a que la misma oposición parece haber juzgado de poco tacto hacerle enfrentamientos radicales en medio de una pandemia que ha colocado al gobernante en una situación donde lo más importante es detener la enfermedad, en lo que ha debido recurrir al endeudamiento, al tiempo que continúa su discurso de promesas para el porvenir.
Hasta ahora, Abinader y el PRM no han perdido mucho del brillo con el que llegaron al gobierno el 16 de agosto del 2020, año que marcó a la humanidad y que a los dominicanos les golpeó con tanta contundencia que pareció hacerles despertar del sueño con que le mantenía adormecido un somnífero de factura peledeísta por casi un cuarto de siglo.
Porque, ¿a qué político astuto se le ocurre declararle una guerra sin cuartel a un gobierno que enfrenta una crisis sanitaria, con calificaciones indiscutibles comparadas con las de otros países del mismo nivel de desarrollo, mientras combate la mega corrupción del régimen anterior, por la que se encuentran detrás de la reja y perseguidos familiares y colaboradores cercanos del gobernante saliente?
Los opositores que se han manejado con la debida cautela están convencidos de que enfrentar con ataques desenfrenado al gobierno que enfrenta la pandemia y la corrupción al mismo tiempo, deja muy pocos dividendos. Podría asegurarse que restaba antes que sumar, ya que el PRM y Abinader, más que ganar las elecciones del 2020, le sirvieron a la población para vengarse del PLD y los excesos de la corrupción, que se incrementó hasta el descaro, en los últimos ocho años de Danilo Medina.
Si bien es cierto que la tradición impone que a los gobiernos se les den tres meses, o cien días de luna de miel, las circunstancias obligaron a que esta vez a la administración entrante se le premiara con todo un año, para facilitarle que se recuperara del marasmo encontrado en las instituciones oficiales, debido al desfalco evidente, mientras daba prioridad a la salud de los ciudadanos.
Pero un año después, hay mucha gente que comienza a exigir algo más que enfrentar la pandemia y combatir la corrupción, este último aspecto un tanto rezagado. De hecho, la población ha pagado con encierros y un sin número de limitaciones las medidas restrictivas, que para una sociedad tan dada a la diversión como la dominicana, ha sido un verdadero suplicio.
La esperanza de que las cosas mejorarían de manera ostensible a partir del inicio del segundo año de Abinader, ha sido opacada con un llamado al liderazgo político nacional a unificarse en el interés de reformar la Constitución de la República, lo que ha cobrado el rechazo de importantes sectores de la vida nacional, que no entienden necesaria esa iniciativa en los actuales momentos.
Las frecuentes reformas a la Constitución le dejan un mal sabor al pueblo dominicano, que las ven como una reunión de los de arriba para preservar sus privilegios, mientras se olvidan las urgencias cotidianas, como el derecho al trabajo, al estudio y a la seguridad social.
La misma convocatoria al liderazgo nacional para consensuar una reforma a la Constitución ya se percibe en muchos círculos como una posible componenda para la impunidad. La lucha anticorrupción, una de las luces que puede enarbolar el nuevo gobierno, perdería su aureola de concretizarse el temor de los rechazan la reforma.
Una cosa está clara. Y es que en perspectiva se percibe de lo que queda del mes de agosto en adelante un Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que se empeñará en demostrar que ahora las cosas están peor a como el partido morado la dejó el 16 de agosto del 2020. En cuanto al partido Fuerza del Pueblo (FP), que al momento de escribir estas líneas esperaba el discurso de su presidente Leonel Fernández, trabajará convencido de que su posibilidad de crecer y ganar el gobierno dependerá de que no se le vea como un aliado de Abinader, quien deberá atender sus cartones con su propio partido, cada vez más necesario para su causa en la medida que se retiran los apoyos externos.
La convocatoria a una reforma constitucional por parte de Abinader resultó más que chocante, debido a que la misma Constitución vigente dice que la misma no puede hacerse en medio de un estado de emergencia, cuya extensión por 45 días solicitó al Congreso Nacional el propio gobernante.
El jefe de Estado, convoca al liderazgo nacional para hablar de reforma a la constitución y al mismo tiempo solicita 45 días más de estado de emergencia. ¿Para qué? Es lo que se preguntan muchos legisladores, quienes juzgan por las mismas estadísticas oficiales que la pandemia se ha reducido, lo que motivó que las mismas autoridades prácticamente eliminaran el toque de queda.
De agosto en adelante se espera, que el gobierno juegue su papel de gobernar para bien de toda la población, y que la oposición cumpla con el suyo con críticas objetivas contra las malas actuaciones de los que ahora tienen el privilegio de administrar la cosa pública. Los que hagan mejor su trabajo, podría ganarse el puesto de los preferidos en las elecciones que habrán de celebrarse dentro de dos años y unos meses.
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