
Redacción/elCorreo.do
SANTO DOMINGO: El gran dilema por el que actualmente atraviesa el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se sintetiza en que ya no tiene el control del poder, la base está desorientada y asustada por la amenaza latente de perder el empleo, además de carecer de una dirección confiable y coherente y de un líder con futuro.
Esto así, porque ahora la magia para adormecer disgustos con un decreto como lo hizo durante 20 años consecutivos—con una interrupción—hace difícil que se acaten disposiciones de quienes son señalados como culpables de la derrota.
Con un líder que se empecinó en imponer un candidato por encima de los que había invitado a competir para luego apoyar al más popular ellos, no podía dar resultados favorables.
Ese líder, que proclamaba a cada instante el triunfo arrollador de su pupilo impuesto en las primarias internas del partido, utilizando malas artes, intentó repetir el método en la contienda decisoria definitiva.
Lodo del polvo anterior
Todo lo anterior aconteció previo al primer desatino danilista, al querer forzar la salida del PLD de Leonel Fernández, quien durante casi 20 años –sustituyendo al fenecido maestro y líder—dirigió con éxito las tropas moradas, las que resultaron victoriosas en todas las contiendas electorales que libró.
Analistas políticos de la talla de Juan Bolívar Díaz recuerdan aquel enero de 2014, durante la proclamación de los 224 miembros escogidos para el Comité Central y los 30 elegidos del Comité Político, cuando Danilo anunció su aspiración de iniciar, a partir de 2016, “el tercer ciclo de la vida política del PLD”.
Fue como si el entonces presidente pensara que los años faltantes para completar el ciclo de Gobierno peledeísta hasta el 2044, vaticinado por Fernández, sólo corresponden a él y su grupo.
Así lo pensó y así lo hizo, en 2016 y desde la Presidencia, Medina promovió una reforma a la Constitución que lo habilitó para reelegirse por otro período.
Pudo imponer sus aspiraciones tras una prolongada crisis interna que llevó a su organización a firmar, el 19 de abril de 2015, el llamado “Pacto de Juan Dolio”, cuyo incumplimiento por la parte favorecida selló su derrota y expulsión del poder el pasado 16 de agosto.
Luego de ser enviado a la oposición y rebozados de acusaciones de malversación del dinero del pueblo, casi todos los ocupantes de los altos cargo ahora claman porque se les comprueben los señalamientos en ese sentido.
Es como si quisieran borrar de la Constitución el mandato que todo aquel que administre fondos públicos y es señalado como indelicado en su manejo, tiene que demostrar que no fue así.
Fin de la racha ganadora
La racha ganadora del PLD se presagió imposible, ya que el impuesto candidato, a más de no poder hilvanar una idea, cuando lo intentaba corría el riesgo de incriminarse por acciones que apañó su protector.
De manera que con el empresario Gonzalo Castillo, como titular de la boleta morada junto a la entonces vicepresidenta Margarita Cedeño, el PLD, era muy poco lo que podía esperarse.
Medina y sus principales seguidores tenían entre ceja y ceja la idea de que el presunto 62% de aceptación que le atribuyeron en 2016, de manera directa podía transferírselo a su “Penco candidato”, como calificó a Gonzalo.
Los resultados finales fueron elocuentes, al no lograr articular todas las piezas internas y aliadas que otrora servía de soporte a las ofertas de los candidatos.
Se descendió a un 37.46% de los votos válidos emitidos, frente al 52.52% alcanzado por el opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM), en las elecciones del 5 de julio de este año.
El resultado arrojó más de medio millón de sufragios menos alcanzados por el PLD y aliados, respecto a los recibidos por el PRM y los suyos, que lo superó con 15.96.
El Goliat vencido por David
El PRM, con apenas seis años de fundado—el 9 de septiembre de 2014— tras el cambio de nombre de la Alianza por la Democracia (ASD) y luego de la última división interna del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), asumió, logró lo que para muchos era un imposible.
Para materializar ese “milagro electoral”, se coincide en que resultó primordial—a lo interno y fuera del PLD—, la salida de Fernández, anunciada al país el 20 de octubre de 2019, y su promesa de sacar al “danilismo” del poder.
Con la alianza lograda sin ser oficializada «de forma formal», entre la oposición, sociedad civil, obreros, intelectuales, profesionales y otros bloques fue sellada la derrota electoral que sufrió el PLD y con ella paralizada la “fábrica de presidentes” como el propio Fernández había definido a su antiguo partido.
Congreso renovador
La incertidumbre del PLD actualmente enfrentarse por primera vez con la realización de un congreso renovador de sus dirigentes sin un líder que lo unifique, porque el que así se denomina es señalado como el responsable de la
Así, en la reunión del Comité Político realizada el pasado domingo quedó ratificada la convocatoria de su IX Congreso con el propósito de renovar los miembros del Comité Ejecutivo Nacional, el mismo CP y los organismos intermedios.
Y lo peor es que cada vez surgen a lo largo y ancho del país masivas deserciones para ingresar al nuevo partido de Fernández, la Fuerza del Pueblo, el que para desgracia del danilismo supera en número de senadores, lo que lo convierte en la segunda mayoría en ese estamento legislativo.
Ante esa realidad, el PLD de Danilo sólo podrá tener un representante oficial, al igual que la FP ante el Consejo Nacional de la Magistratura.
La interrogante del millón de dólares es si el danilismo podrá seguir imponiendo su parecer como lo hizo desde el poder, ahora que está fuera y desacreditado.
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