Cambios y amenazas en la nueva economía global, países pueden brillar
Hace veinte años, la economía china era una décima parte de la estadounidense. En 2019, tiene dos tercios de su tamaño. Para 2039, en la trayectoria actual, será 10 por ciento más grande. India habrá superado a Japón y Alemania para reclamar el tercer puesto en el ránking mundial y Vietnam estará cerca de ingresar a las veinte mayores economías. O no…
Fuerzas disruptivas están sacudiendo la economía global. Los regímenes populistas se alzan contra las convenciones políticas.
El proteccionismo sofoca los flujos comerciales que impulsaron el ascenso de China. La automatización y la economía digital potencian la productividad de algunos, pero erosionan las viejas ventajas de otros. La amenaza del cambio climático acecha.
El camino hacia la prosperidad, seguido con éxito por Corea y Japón, es cada vez más difícil de andar. Desde Beijing hasta Brasilia, lograr la combinación adecuada de inversión inteligente, mano de obra calificada, capacidad de innovación y gobernanza efectiva es un reto. Combatir las fuerzas disruptivas que, desde el proteccionismo hasta el cambio climático, amenazan con impactar las economías de ingresos bajos y medios, es otro desafío.
El informe New Economy Drivers and Disrupters Report, impulsores y disruptores de la nueva economía, documenta las nuevas fuerzas que dificultan el camino hacia el desarrollo y trastocan el paradigma de ganadores y perdedores en la economía global.
El informe, elaborado por Bloomberg Economics, abarca 114 economías, que representan el 98 por ciento del producto interno bruto mundial. Con base en datos de fuentes oficiales, académicas y del mercado, creamos una serie de índices para medir el desempeño de los impulsores tradicionales del desarrollo: fuerza laboral, inversión y productividad.
Pero también medimos el efecto de los grandes disruptores (populismo, proteccionismo, automatización, digitalización y cambio climático), revelando qué economías están expuestas a un mayor riesgo y cuáles están preparadas para aprovechar las oportunidades.
La principal conclusión es que la movilidad económica es cada vez más difícil. Las economías de ingresos bajos y medios están, en general, mal posicionadas para adaptarse a las disrupciones venideras. Sin una respuesta temprana y ambiciosa forjada a nivel nacional e internacional, el número de economías que transitan de ingresos bajos a medios y luego a un estado de altos ingresos, podría disminuir aún más.
China, por ejemplo, destaca en los impulsores tradicionales del desarrollo. La rápida modernización de la infraestructura, los avances en educación, la inversión en investigación y desarrollo y la determinación del gobierno han generado cuatro décadas de crecimiento estelar.
En la búsqueda de un modelo de desarrollo, los políticos ahora tienen la misma probabilidad de mirar al Este que al Occidente como ejemplo.
Pero en la otra cara de la moneda, en lo que respecta a los cambios que cimbran a la economía global, China está peor posicionada.
El proteccionismo amenaza con entorpecer los flujos comerciales y ralentizar el avance de la tecnología. El cambio climático agravará el estrés en su extensa costa y en una población ya amenazada por la escasez de agua.
La enorme desigualdad y la limitada movilidad social representan una amenaza a mediano plazo para la estabilidad política.
Para China y otras economías de ingresos bajos y medios, acertar con los impulsores tradicionales del desarrollo sigue siendo una condición necesaria para el éxito económico. Sin embargo, por sí sola, ya no es suficiente. Responder acertadamente a las fuerzas disruptivas es esencial.
Partiendo de una posición de mayor fortaleza, las economías desarrolladas enfrentan el mismo desafío. Para Estados Unidos, una fuerza laboral robustecida por los inmigrantes y una mayor productividad estimulada por el comercio podrían mantener el crecimiento anual del PIB en 2.7 por ciento en la próxima década.
Sin esos impulsores, las proyecciones de Bloomberg Economics muestran que el crecimiento podría caer al 1.4 por ciento. En Reino Unido, la factura del Brexit sobre el crecimiento ofrece un ejemplo aún más inmediato de cómo los cambios disruptivos pueden alterar la suerte económica de las naciones.
El peligro del proteccionismo: los orígenes de muchos de los cambios que transforman la economía global se remontan a dos fuentes, el comercio y la tecnología.
El comercio es un impulsor de la prosperidad. El comercio sin acuerdo sobre las reglas del juego, y sin compensación para los perdedores, ha originado una reacción proteccionista. Bloomberg Economics estima que el costo de la guerra comercial entre Estados Unidos y China podría ascender a un billón 200 mil millones de dólares para 2021, con el impacto propagado en la cadena de suministro asiática. El Brexit y la amenaza estadounidense de aranceles a las importaciones de automóviles se suman a la factura.
En nuestro índice de proteccionismo, China, directamente involucrada en la guerra comercial y con sus propias barreras de acceso al mercado, figura como una de las grandes economías más vulnerables. El Reino Unido, que tras su divorcio podría romper lazos con la zona de libre comercio más grande del mundo, también ocupa un lugar destacado. Para los países en vías de desarrollo, como Vietnam, que buscan seguir el camino hacia la prosperidad a golpe de exportaciones, la puerta a los mercados globales se está cerrando. Sin libre comercio, el desarrollo se convierte en una gesta más difícil.
La automatización: la transferencia de tareas ofrece avances en la productividad y la rentabilidad a expensas de una mayor inseguridad laboral.
El Global McKinsey Institute estima que para 2030, alrededor del 14 por ciento de la fuerza laboral mundial (375 millones de trabajadores) va a tener que buscarse una nueva ocupación. El rápido progreso en inteligencia artificial y aprendizaje automático, al aumentar el rango de tareas que pueden automatizarse y reducir el costo, podría impulsar más esa cifra.
De gestionarse mal, el resultado para las economías desarrolladas será una mayor polarización en los ingresos, con una división creciente entre los privilegiados altamente cualificados y los desposeídos de escasa cualificación. En el caso de los mercados emergentes, los salarios más bajos reducen el incentivo para automatizar, pero ello no significa que el riesgo disruptivo sea bajo.
Nuestro índice revela que las economías de altos ingresos enfrentan el riesgo más directo de la automatización. Pero la capacidad de maximizar los beneficios y minimizar los costos de la automatización también depende de otros factores, como las habilidades y la flexibilidad de la fuerza laboral, el gasto en capacitación y el porcentaje de la población con educación universitaria.
Los resultados muestran que los mercados con una alta proporción de trabajadores en tareas rutinarias, con escasa red de apoyo para los trabajadores desplazados y una pequeña población con educación universitaria enfrentan los mayores riesgos.
Brecha digital
La brecha digital: impulsada por las rápidas reducciones en el costo de la comunicación, la economía digital promete un aumento dramático en la productividad. A nivel mundial, cerca de 4 mil millones de personas están conectadas a internet. En las economías de altos ingresos, cuatro de cada cinco están conectadas. En las economías en desarrollo, el uso de internet es de 45 por ciento. El impacto económico es de largo alcance. El aumento masivo en los flujos de datos está alimentando lo que el economista Richard Baldwin llama la “tercera escisión”, con el potencial de que se externalicen más servicios, como ocurre con la manufactura.
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