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Analizan conductas de Jorge Blanco y Danilo Medina: prefirieron la derrota de sus partidos por revanchismo

Por Juan Acosta R.

Redacción/elCorreo.do

SANTO DOMINGO: La ambición de poder que ha manifestado la mayoría de gobernantes dominicanos durante casi cien años ha sido una constante, ya para beneficio propio o de un adlátere.

Ejemplos al respecto abundan en la historia política dominicana, por lo que no sólo los presidentes Salvador Jorge Blanco y Danilo Medina han sido los únicos mandatarios en ejercicio que desde el poder propiciaron la pérdida electoral del partido oficialista, por anteponer sus intereses.

Pero por ser los más recientes resaltan como prototipo del político revanchista.

El primero superó esos propósitos al preferir pasar a la oposición, respaldando indirectamente al candidato presidencial con más deseo de retaliación acciones en su contra, patrocinadas por el saliente gobernante, y en ambos casos los sucesores han tenido la misma reacción.

En efecto, Joaquín Balaguer en su momento desató una tez persecución contra el expresidente Jorge Blanco y parte de sus funcionarios, y con Luis Abinader la historia se repite, ya que está en marcha una cacería contra figuras de la gestión de Danilo Medina acusadas de corrupción.

Jorge Blanco

Salvador Jorge Blanco fue presidente de la República en el período 1982-1986, quien inició su gestión llena de gloria, la que con el pasar del tiempo fue menguando al extremo.

A lo interno de su partido, el PRD, Salvador ofreció su respaldo total al secretario general y líder del PRD, José Francisco Peña Gómez, olvidando que su sucesor natural era Jacobo Majluta, entonces presidente del Senado, con gran carisma popular.

Tras las elecciones internas más sangrientas y controvertidas, Majluta le ganó a Peña Gómez la nominación presidencial, pero no pudo sumar el apoyo del presidente Jorge Blanco.

La JCE era dirigida por el abogado Caonabo Fernández Naranjo, quien posteriormente fue sustituido por Ponciano Rondón, cuando Majluta lo recusó. La votación dada por la JCE fue refrendada por la comisión de asesores electorales que presidía el arzobispo López Rodríguez, por sectores empresariales.

El alegato de los majlutistas fue que faltaban por revisar decenas de miles de votos anulados, mayor a la diferencia que superaba al candidato reformista, pero malquerencias entre Majluta y Jorge Blanco, este último actuó a favor de su compañero.

Así, una vez en el poder, Balaguer vengó innecesarias malas prácticas en su contra provocando la muerte moral y política de Jorge Blanco con el sometimiento y posterior condena judicial por corrupción.

Como era de esperarse, el PRD se dividió, Majluta se fue y fundó el Partido Revolucionario Independiente, alterando las perspectivas creadas en 1978, cuando el colectivo derrotó abrumadoramente al Partido Reformista.

Esa división hizo que al PRD le tomara 14 años volver al poder, pero con el intento de repostularse forzada por Mejía, quedó claro que no aprendió de sus errores.

El PLD lo copió

Partiendo de la negativa experiencia perredeista, de carencia unitaria, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) mantuvo una férrea disciplina interna que le permitió alcanzar el poder y dirigir el Estado durante 20 años, con una pausa de cuatro.

La unidad mantenida con sus altas y bajas hizo posible que el primer presidente de la República por el PLD, Leonel Fernández, recuperara la antorcha (banda presidencial”, que había entregado a Mejía cuatro años antes y mantenerse ocho años más.

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Su relevo en 2012, Danilo Medida, antes de cumplir su mandato, fue dando muestras de que el veto a seguir en el cargo no lo detendría en saldarlo, lo que hizo a contrapelo.

Su afán continuista era tal, que aceptó la condición de incluir un transitorio impuesta por sus compañeros para enmendar la Constitución, consistente en bloquear otro intento de por vida.

Pero la ambición rompe el saco, como enseña un dicho popular e intentó de nuevo cuando terminaba su segundo período, generando tal convulsión interna que los peledeistas parecían perreeistas.

Nuevas leyes

De esta forma, la crisis interna del PLD fue pasando al Congreso y se aprobaron dos leyes que regulaban el accionar interno de los partidos y los órganos de elección (JCE, TSE).

Esas legislaciones dispusieron una nueva modalidad de elección de los candidatos, que oscilaban entre primarias abiertas, cerradas, mixtas, hasta encuestas.

El PLD aprobó la primera. El sector “leonelista” escogió a su líder, pero el “danilismo” seleccionó siete, la mayoría de los cuales nunca lograron la aceptación popular.

El golpe final

En medio de esa incertidumbre, de manera inesperada, el guía del grupo desestimó a sus siete pupilos, e incluso la opción de su vicepresidenta Margarita Cedeño, imponiendo a uno que no estaba en la competencia.

Con el disgusto de los demás precandidatos, el representante del danilismo sería el entonces ministro de Obras Pública, Gonzalo Castillo.

Ante tantos traspiés y los resultados de la mayoría de encuestas favoreciéndole, el ex presidente Fernández daba por descontada su nominación…pero los “resultados” de las primarias fueron otros.

Alto costo político

Imponer a Gonzalo Castillo como candidato presidencial del PLD, le costó a la organización detener su racha de victoria en 16 años y el control de todos los poderes fácticos del país.

Al igual que Jorge Blanco, Medina no quiso entender o aceptar que el curso natural del continuismo del PRD y PLD era dejar pasar a Majluta y a Fernández como candidato presidencial.

Ya se conoce lo ocurrido en el PRSC (Balaguer contra el candidato presidencial Jacinto Peynado), el PRD (Salvador contra Jacobo y el candidato Hipólito buscando reelegirse) y el PLD (Danilo imponiendo a Gonzalo).

Los dos primeros disminuidos al máximo y el tercero en camino de serlo, por la ambición política desmedida de sus dirigentes.

¿Le pasará lo mismo al partido fundado por el profesor Juan Bosch en 1973?

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