
Colaboracion/elCorreo.do
PERSPECTIVA: A inicios del año 2000 participé en una asamblea de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (Felafacs), celebrada en la capital de México. Hubo un momento de alta tensión cuando se abordó el tema sobre el contenido de la próxima edición de la revista de la organización. Eran tan fuertes las discusiones y los gritos de los asambleístas a la directiva que la actividad estuvo al tris de ser abortada.
Le reclamaban una explicación sobre la imposición de una agenda de contenidos sobre democracia, si América Latina y el Caribe tenían otras prioridades en espera de abordajes comunicacionales. Tras muchas evasivas, una integrante confesó que se trataba de la lista de temas requerida por el patrocinador, una conocida agencia alemana.
El diseño e implantación de políticas foráneas hechas en frío y lejos de nuestros contextos, es uno de los problemas graves que sufrimos en AL y el Caribe, aunque no ocupe primeros planos de los debates mediáticos locales porque se escurre entretelones, encubriendo su intención colonizadora.
El tema República Dominicana respecto de Haití es un ejemplo.
El asunto siempre ha sido planteado en los foros de gobiernos, pero desde la perspectiva de los intereses de los poderosos, que –mala suerte- nunca coinciden con los nuestros. Los de ellos: la isla caribeña compartida por las dos naciones como punto geoestratégico y para explotación de los recursos naturales. Los de RD: afianzar la soberanía como Estado, avanzar hacia el desarrollo y administrar nuestras riquezas naturales.
El presidente Luis Abinader (2020-2024) ha vivido, el 19 de abril de 2021, su primera experiencia con el tema en cuestión. Ha tenido que hablar en una tribuna montada en Madrid por la agencia española de prensa EFE y Casa de América, previo a la XXVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en el Principado de Andorra, suroeste de Europa, entre España y Francia.
La presidente de la comercializadora de noticias, veterana periodista Gabriela Cañas, le preguntó sobre su anuncio de edificación de una verja en la frontera con Haití, pero antes se ocupó de precisar que ellos, en Europa, no son tales para pautarle acciones al gobierno dominicano.
El mandatario respondió que no se trata de una valla anti-inmigrante, sino parte de un proyecto de seguridad nacional para prevenir robo de vehículos, contrabando y otros ilícitos. Y aprovechó para solicitar a los países ricos que vayan en auxilio del caótico Estado, al oeste de la República Dominicana. Advirtió que el proceso de somalización en marcha en casa del vecino, requiere de ellos una mayor carga de responsabilidad. https://www.agenciaefe.es/la-presidenta-de-efe-gabriela-canas-entrevista-al-presidente-de-la-republica-dominicana/.
Pertinente la petición del presidente Abinader. Muchos portavoces de gobiernos extranjeros teorizan lindo en costosas cumbres, pero sólo eso.
Mientras tanto, Haití, con 27,750 kilómetros cuadrados y 11 millones de habitantes mal contados, sigue en el desorden. Sus tierras fueron depredadas, no paren. Su gente sufre graves problemas de educación, salud, producción, agua, luz, viviendas. La pobreza extrema y las enfermedades infecto-contagiosas son su signo. La crisis política y social tocó fondo. La inseguridad domina. El narcotráfico y las bandas criminales se enseñorean e imponen su reinado. Son comunes el contrabando de armas y otros productos, el tráfico de personas, robo de vehículos y animales protagonizan el día a día.
Luce que jamás saldría solo del pantano. Le urge una refundación, pero las naciones poderosas, como Francia, Canadá, Estados Unidos y España, rehúyen a esa realidad; no quieren meterle el pico al monstruo, pese a que no están libres de culpa. Sólo apelan a soluciones de parches mal pegados a través de ONG oportunistas, a agitar migraciones irresponsables y a plantear que RD debe de ser catalizadora de aquel desastre.
Haití no siempre fue así, inviable. La tragedia haitiana no cayó del cielo. No es fruto del destino, sino el resultado de una construcción de sus políticos y empresarios tiranos, corruptos y perversos, y de naciones desarrolladas que han explotado sistemáticamente sus recursos naturales sin invertir en aquel territorio.
Francia, Canadá, Estados Unidos y España deberían asumir ese país con seriedad. Ayudarlo a salir del caos y contribuir a su desarrollo. Los discursos distractores agravan la tragedia y, de paso, también hacen peligrar la paz en la parte este de la isla.
La República Dominicana, como buen vecino, ha hecho y hace más de lo que puede, y ya no puede más.
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