Colaborfación/elCorreo.do
PERSPECTIOVA: Oportuna ha sido la advertencia de la Organización Mundial de Turismo (OMT) a turistas, pequeñas empresas, grandes corporaciones y gobiernos para que reflexionen sobre el crecimiento del sector y lo replanteen en términos de alcance y trascendencia.
Zurab Pololikashvili, secretario general, ha dicho que se debe aunar esfuerzos para la materialización del enorme el potencial de tal fenómeno social. Y ha recomendado asumir el lema Repensar el Turismo, con motivo del día internacional de ese sector, el próximo 27 de septiembre.
El turismo es un soporte vital de la economía dominicana.
Según el Banco Central, de los US$29,221.20 millones que ingresaron en 2021, ese sector el sector aportó el 25%, o sea, US$7,560.70 millones.
Y, conforme al ministro David Collado, antes de la pandemia aporta el 15% del Producto Interno Bruto, 500 mil empleos y 7,500 millones de dólares al año.
Representa un magnífico empuje que debemos de consolidar y ampliar. Pero lograr ese objetivo pasa por una mirada reflexiva sobre el cuidado del medioambiente y su aprovechamiento.
Nuestros mares con sus costas, los ríos, acuíferos subterráneos, flora, fauna y montañas están en estado de vulnerabilidad, no solo por el sazonado cambio climático, sino por la sobreexplotación por parte de actores locales.
La extracción de materiales de los ríos, el vertido de aguas residuales y desechos sólidos en sus cauces; las construcciones en las narices de las costas, violando el metraje exigido por la ley; la erosión de los arrecifes coralinos y la pesca indiscriminada; la sobrecarga de suelos, la depredación de los bosques y la sobreexplotación y contaminación de los acuíferos subterráneos son solo algunos ejemplos del rumbo que llevamos.
El nuevo turista que se mueve por el mundo es sensible con los temas del medioambiente y se aleja de donde es escasa o nula su conservación.
La gestión de gobierno actual luce consciente respecto de este giro. El proyecto de desarrollo turístico de Pedernales, en ejecución, está cimentado en el discurso de lo sostenible y sustentable, con respeto absoluto a los recursos naturales y al cuidado del ambiente. Plausible. Que así sea siempre. De otra manera sería una catástrofe ambiental.
La provincia Pedernales cuenta con las más hermosas playas (Bucanyé, Bahía de las Águilas, Pedernales, Blanca); es rica en flora, fauna y cenotes, y con minas (bauxita y tierras raras) y pequeños ríos, como el espectacular El Mulito. Es, además, el pueblo de la hospitalidad.
Todos los estudios han determinado, sin embargo, que es frágil la naturaleza en aquel rincón del extremo sudoeste del territorio dominicano.
Y mal haría el Gobierno si se convirtiera en testarudo y pasara por encima a los hallazgos de los estudios de impacto ambiental (EIA) en aquel territorio de 2,085 kilómetros cuadrados, el séptimo más grande de la República Dominicana.
La investigación y la planificación han de orientar cada paso que se dé allí. 16 mil habitaciones, amenidades y la terminal de cruceros en Cabo Rojo, más 20 mil en el proyecto Bucanyé (hoteles, apartamentos y viviendas), implicarían un movimiento de miles de personas, entre turistas y personal de servicios, que impactarían de malas maneras el ambiente si se actuara “a la brigandina”. Y más temprano que tarde nos quedaríamos sin “la gallina de los huevos de oro”.
Los errores cometidos en el pasado por la falta de planificación han de servir, entonces, para construir mejores horizontes.
La OMT ha dado en la diana al advertir sobre la urgencia de una mirada nueva ante las enormes potencialidades del turismo. Sigamos de cerca su sana advertencia.
Hay que ir más allá de las cifras económicas. La naturaleza y la sociedad de hoy reclaman un nuevo trato. Un trato integral.
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